El niño que encontró un amigo. Érase una vez un niño llamado Tomás que se sentía muy solo. A pesar de tener muchos juguetes y comodidades en su casa, siempre sentía que algo faltaba en su vida. Él veía a otros niños jugar juntos y compartir momentos divertidos, pero él no tenía amigos con quien hacer lo mismo.
Un día, Tomás decidió salir a pasear por el parque cercano a su casa para intentar hacer nuevos amigos. Caminando por el parque, encontró un perrito pequeño que estaba perdido. El perrito estaba asustado y solo, así que Tomás decidió ayudarlo a encontrar a su dueño.
Tomás y el perrito caminaron durante horas, buscando al dueño del cachorrito. Sin embargo, no tuvieron éxito en encontrar a alguien que conociera al perrito. Al final del día, Tomás decidió llevarse al perrito a casa, pues no quería dejarlo solo en la calle.
Cuando llegaron a casa, Tomás le dio de comer al perrito y lo cuidó muy bien. Después de jugar por un rato con su nueva mascota, Tomás se dio cuenta de que ya no estaba solo. Ahora tenía a alguien con quien compartir su tiempo y jugar, y se sentía muy feliz.
A partir de ese día, Tomás y el perrito se convirtieron en mejores amigos. Tomás le enseñaba trucos y lo cuidaba, y el perrito le daba mucho amor y compañía. Juntos eran invencibles.
Un día, en el parque, Tomás vio a un niño triste y solo. El niño estaba sentado en una banca, sin nadie con quien jugar ni hablar. Tomás sintió que él también podía ayudar a ese niño a tener un amigo y decidió acercarse.
– Hola, ¿cómo te llamas? -preguntó Tomás.
– Me llamo Miguel -respondió el niño.
– Yo soy Tomás y te presento a mi amigo perrito.
El perrito se acercó y empezó a lamer la cara de Miguel, quien empezó a reír y jugar con él. Tomás se dio cuenta de que había hecho algo muy importante: había ayudado a alguien a sentirse mejor.
A partir de ese día, Tomás y Miguel se hicieron amigos. Juntos, juegos en el parque, pintaban en casa o simplemente charlaban. Tomás se sentía muy feliz de haber encontrado no solo amistad en el perrito, sino también tener ahora a Miguel como su compañero.
Con el tiempo, Tomás también aprendió a ser más empático con las personas que lo rodeaban. Se dio cuenta de que muchas veces, ella misma se había sentido triste y sola, y pudo ponerse en el lugar de Miguel. También aprendió a no juzgar a las personas por su apariencia o comportamiento, sino a conocerlas antes de sacar conclusiones.
Tomás se convirtió en un gran amigo de Miguel, así como del perrito. Siempre estuvieron juntos, hasta que llegó el momento en que el perrito tuvo que irse a vivir a una granja. Tomás se sintió triste por la partida de su adorable mascota, pero tenía la certeza de que la habían cuidado bien y estaba feliz en su nuevo hogar.
A pesar de la partida de su amigo más peludo, Tomás seguía comprometido a seguir ayudando a las personas a su alrededor. Sabía lo importante que era tener amigos y compañeros en la vida y estaba comprometido a ser ese amigo incondicional para todos aquellos que necesitaran de él.
Al final, Tomás se dio cuenta de que el verdadero valor de la vida no estaba en las cosas materiales o en los juguetes, sino en el amor y la amistad que compartía con los demás. Él sabía que siempre tendría amigos fieles a su lado y se sintió agradecido de poder hacerlos sonreír cada día.
Y así, Tomás vivió feliz, rodeado de amigos y compañeros, compartiendo su tiempo y su amor con aquellos que más lo necesitaban. Él sabía que la vida era mucho mejor cuando se compartía con otros y eso lo había aprendido gracias a su pequeño perrito, pues como dice el dicho, un perro es el mejor amigo del hombre.