El Monstruo del Sótano. Érase una vez una casa enorme en el medio del bosque, donde vivía una familia muy feliz. Papá, mamá, dos hijos y su gato, todos vivían en esta gran casa con un hermoso jardín y con un sótano enorme. Pero había algo extraño en esa casa, como los vecinos decían, algo daba miedo, algo que los hacía pensar que se encontraba en el sótano de la casa. Se decía que había un monstruo en el sótano, pero no había pruebas concluyentes para afirmarlo.
Los niños siempre quisieron ir al sótano, pero los padres no se lo permitían porque decían que era peligroso. La curiosidad siempre era más fuerte que el miedo, por lo que niños siempre querían saber qué había en el sótano y si existía realmente un monstruo allí abajo. Entonces, un día, los niños, al escuchar un ruido extraño en el sótano, decidieron averiguarlo y bajar.
Descubrieron un escalón de madera que crujía bajo sus pies mientras bajaban lentamente las escaleras. El sótano olía a viejo y a polvo, y no se podía ver casi nada debido a la oscuridad. Los niños se detuvieron, presintiendo algo. De repente, oyeron un aullido horrible y vieron unos ojos brillantes que les miraban fijamente.
-¡Es el monstruo! ¡Corramos!- Dijo el niño más pequeño.
Pero el hermano mayor dijo:
-¡No podemos correr sin saber qué es lo que nos persigue! Vamos a averiguar lo que está sucediendo primero.
El monstruo volvió a aullar y de repente, una luz débil apareció en la oscuridad. Los niños avanzaron lentamente y vieron a un ser extraño, con una gran cabeza y unos brazos largos y peludos, mirándolos fijamente. Era un monstruo, pero no uno aterrador, sino un monstruo triste y solitario.
-¿Quién eres tú? ¿Por qué estás aquí solito? – preguntó el niño mayor.
-Es que yo no sé lo que soy. Soy diferente a los demás seres del bosque. Tengo miedo de salir porque sé que todos me tienen miedo. No tengo a nadie con quien jugar o hablar. – respondió el monstruo.
Los niños se miraron y vieron que el monstruo no parecía ser peligroso, por lo que se acercaron un poco más para hablar con él. Descubrieron que el monstruo había vivido en el sótano toda su vida y se sentía muy solo. Los niños sintieron lástima por él, por lo que le ofrecieron su amistad y le pidieron que viniera al jardín a jugar.
Así comenzó la amistad entre los niños y el monstruo del sótano. Comenzaron a jugar juntos, a correr y a saltar juntos, todos en el jardín de la casa. Pronto, el monstruo ya no era tan solitario, y todos los días venía a jugar con los niños, e incluso aprendió a hablar.
Un día, el monstruo decidió salir del sótano y aventurarse en el bosque. Los niños lo acompañaron y descubrieron que el monstruo del sótano no tenía nada de qué preocuparse: fue aceptado por la mayoría de los otros animales del bosque y también encontró nuevos amigos. Finalmente, el monstruo del sótano se había convertido en un ser valiente y seguro de sí mismo.
La familia estaba feliz de que sus hijos hubieran descubierto que el monstruo del sótano no era peligroso, sino un ser solitario pero amable. Desde entonces, todos los días jugaban juntos en el jardín y en el bosque, todos como una gran familia feliz.
La moraleja de esta historia es que no debemos juzgar a las personas por cómo se ven, y que debemos tratar a todos con amabilidad y respeto. Además, debemos tener el valor de explorar lo desconocido y siempre estar dispuestos a hacer nuevos amigos.