El Monstruo del Laberinto de la Muerte. Érase una vez en un lugar muy lejano, un laberinto muy extraño en el que se decía que habitaba un monstruo muy peligroso. El laberinto tenía un nombre que daba miedo, era llamado «El Laberinto de la Muerte». Los habitantes del pueblo cercano al laberinto se aseguraban de mantenerse alejados siempre de este lugar, incluso los niños eran advertidos por sus padres para evitar jugar cerca de allí.
A pesar de las advertencias, había un niño valiente llamado Matías, que se interesaba mucho en el laberinto del que hablaban todos en su pueblo. Él no creía en las historias que contaban sobre el lugar y siempre tuvo curiosidad por saber qué había adentro. Un día, decidió aventurarse en el laberinto y descubrir si era verdad lo que decían sobre el monstruo que habitaba allí.
Matías decidió entrar en el laberinto en busca de aventura, sin saber que en su camino se encontraría con muchos peligros. Pronto se dio cuenta de que el camino por el laberinto era muy complicado, las paredes eran muy altas y no sabía por dónde ir. Se encontró con muchas bifurcaciones que lo confundían aún más.
Después de recorrer un largo camino, Matías llegó a una parte del laberinto que le daba miedo. El aire era más pesado y sentía una energía desconocida que lo rodeaba. Fue en ese momento, cuando escuchó un ruido extraño proveniente de una de las bifurcaciones. El corazón de Matías latía tan fuerte que parecía que a punto de salir de su pecho. Con miedo, intentó salir del laberinto y correr hacia su casa, pero se dio cuenta de que estaba perdido.
Fue entonces cuando apareció ante él, el monstruo del laberinto. Era un ser muy extraño, con una gran cabeza y unos ojos muy grandes. Estaba vestido con un atuendo que parecía una túnica, y tenía una larga barba blanca. El monstruo del laberinto comenzó a hablar con Matías:
– ¿Qué haces aquí, niño? – preguntó el monstruo.
Matías se sorprendió al ver que el monstruo del laberinto podía hablar, pero decidió mantener la calma y contestó:
– Vine aquí para conocer el laberinto y descubrir si es verdad que tú habitas aquí – dijo Matías, tratando de controlar el miedo que sentía por dentro.
– Sí, es verdad que vivo aquí. Pero no soy el monstruo que todos creen que soy – dijo el monstruo.
Matías se sintió aliviado al escuchar las palabras del monstruo. Pero, ¿cómo iba a saber si era verdad lo que decía?
– ¿Por qué me dices que no eres el monstruo del laberinto? – preguntó Matías con incredulidad.
– Porque los habitantes de este lugar siempre me han llamado así, pero en realidad soy un ser que protege este laberinto. Este lugar tiene un secreto muy importante que muy pocas personas conocen, y es que en el centro del laberinto hay un tesoro muy valioso – dijo el monstruo.
Matías escuchó atentamente al monstruo, y comenzó a sentir mucha curiosidad por el tesoro. Después de todo, había arriesgado su vida para llegar hasta allí.
– Si me ayudaras a encontrar este tesoro, le demostraría a la gente de este pueblo que no eres un monstruo malvado – propuso Matías al monstruo.
El monstruo del laberinto aceptó ayudar a Matías a encontrar el tesoro y juntos comenzaron a recorrer el laberinto. Encontraron muchos obstáculos en su camino, pero con la ayuda del monstruo, Matías supo cómo superarlos.
Después de horas de caminar por el laberinto, finalmente llegaron al centro y encontraron el tesoro. Era una gran caja de oro que contenía muchas riquezas. Matías estaba tan sorprendido que no podía pronunciar una sola palabra.
El monstruo del laberinto le explicó que este tesoro había permanecido oculto durante mucho tiempo, para evitar que personas codiciosas lo encontraran y lo sacaran del pueblo. Pero él sabía que Matías era un niño bueno, y decidió ayudarlo a encontrar el tesoro para demostrarle a la gente del pueblo que no era un monstruo malvado.
Juntos, Matías y el monstruo del laberinto llevaron el tesoro al pueblo y se lo mostraron a todos. Los habitantes del pueblo quedaron sorprendidos al ver la riqueza que había estado oculta en el laberinto y se dieron cuenta de que el monstruo no era malvado. A partir de ese momento, comenzaron a respetar y agradecer al monstruo por proteger su tesoro.
Matías se convirtió en un héroe en el pueblo por haber descubierto el tesoro y por haber cambiado la imagen que tenían de monstruo del laberinto. Siempre recordaría la aventura que vivió junto a su amigo el monstruo, en El Laberinto de la Muerte.
Desde entonces, Matías comenzó a visitar al monstruo del laberinto con regularidad, y juntos disfrutaban de largas charlas en el interior del laberinto. El monstruo del laberinto había encontrado un amigo en Matías, y juntos se sentían tan felices como nunca antes.
Y así termina la historia de Matías y el Monstruo del Laberinto de la Muerte, una historia que demuestra que nunca hay que juzgar a las personas por su aspecto, ya que nunca sabes qué pueden esconder en su interior.