El Monstruo del Laberinto de la Desolación

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El Monstruo del Laberinto de la Desolación
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El Monstruo del Laberinto de la Desolación. Érase una vez, en un oscuro y tenebroso laberinto, vivía un monstruo temible que aterrorizaba a todos aquellos que osaban adentrarse en sus intrincados pasillos. Este monstruo era conocido como el Monstruo del Laberinto de la Desolación y tenía fama de ser el más peligroso de todo el bosque.

El laberinto en sí mismo era un lugar siniestro y misterioso, con pasadizos que se bifurcaban hasta perderse en la oscuridad total. Nadie había logrado salir de allí, y todo aquél que se aventuraba a explorarlo, desaparecía sin dejar rastro. Se decía que el monstruo se alimentaba de los corazones de aquellos valientes que se atrevían a retar su autoridad en el laberinto.

Un día, sin embargo, una niña llamada Sofía decidió explorar el laberinto con el propósito de encontrar a su hermano menor, quien se había perdido allí hacía algún tiempo. A pesar de que su madre le había advertido de la peligrosidad del lugar, la niña no pudo resistir la tentación de adentrarse en el laberinto y encontrar a su hermano.

Sofía avanzó por los pasillos del laberinto, atenta a cualquier sonido o movimiento que pudiera delatar la presencia del temible Monstruo. El silencio absoluto que reinaba en el lugar la hacía sentir cada vez más inquieta, y su corazón latía con fuerza en su pecho, pero ella siguió adelante, sin importarle los peligros que pudiera encontrar.

De repente, oyó un ruido detrás de ella. Sofía se detuvo y se giró, pero no vio nada. El laberinto parecía haber cobrado vida, y sus paredes parecían acercarse a ella, formando una especie de túnel oscuro que se cerraba poco a poco.

La niña intentó avanzar para salir del laberinto lo antes posible, pero sus pasos parecían cada vez más lentos, como si el laberinto ejerciera una especie de fuerza sobre ella. De pronto, un rugido ensordecedor sacudió la oscuridad, y Sofía se detuvo, temiendo lo peor.

Fue entonces cuando el Monstruo del Laberinto de la Desolación hizo su aparición ante ella. Era una criatura enorme, de piel escamosa y ojos penetrantes, que la observaba con curiosidad desde lo alto.

Pero Sofía no se dejó intimidar por el monstruo y, valientemente, le preguntó si había visto a su hermano en el laberinto. El monstruo se rió con sarcasmo, burlándose de la niña, y le dijo que no había nada que buscase allí, porque su hermano estaba perdido para siempre.

Sofía, llena de valor, desafiando al Monstruo, decidió que no abandonaría la búsqueda de su hermano, y le retó a un juego: una especie de escondite en el laberinto. El monstruo aceptó el desafío y empezó a contar en voz alta, mientras Sofía se escondía.

Pero lo que el Monstruo no sabía, era que Sofía conocía el laberinto como la palma de su mano. Había estudiado cuidadosamente el plano del lugar, y sabía exactamente por dónde debía moverse para no ser vista.

Así que, mientras el Monstruo buscaba a ciegas entre los pasillos, Sofía se movía con rapidez y destreza, evitando todas las trampas y los peligros que se encontraba en su camino. Al final, logró burlar al monstruo y llegar hasta donde su hermano había quedado atrapado.

La niña liberó a su hermano y, juntos, lograron escapar del laberinto. El Monstruo rugió de ira al ver que Sofía había logrado burlarle, pero ella se mantuvo firme en su decisión, y se despidió de él con una sonrisa victoriosa.

Desde entonces, Sofía y su hermano nunca volvieron a acercarse al laberinto, pero la historia del Monstruo del Laberinto de la Desolación se convirtió en una leyenda popular, que se contaba de abuelos a nietos, de padres a hijos, como una advertencia para evitar la tentación de adentrarse en lugares peligrosos y desconocidos.

Y aunque el Monstruo del Laberinto de la Desolación sigue acechando en su laberinto, buscando a aquellos que se atrevan a desafiarlo, los valientes como Sofía siempre encontrarán la manera de burlarlo y escapar de su maldición.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Monstruo del Laberinto de la Desolación
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