El Monstruo del Cementerio de los Animales. Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de bosques y montañas, existía un cementerio secreto donde los animales fallecidos eran enterrados. Solo los habitantes del pueblo conocían su ubicación y mantenían su existencia en secreto.
Pero, había un mito que se contaba de un monstruo que acechaba en el cementerio de los animales. Parecía que los perros y los gatos fallecidos eran devorados por una criatura siniestra y aterradora.
Nadie se había atrevido a investigar lo que ocurría allí, hasta que un día, un grupo de amigos decidió averiguar la verdad sobre el monstruo del cementerio. Era una tarde de verano, cuando los amigos se adentraron en el bosque hasta llegar al cementerio oculto.
Con gran temor, abrieron la reja de madera y entraron al cementerio. Era un lugar silencioso, solo se escuchaba el sonido del viento entre las hojas de los árboles y de los grillos. Los amigos avanzaron con precaución entre las tumbas, buscando cualquier señal del monstruo.
De pronto, encontraron una tumba recién excavada y el misterio comenzó a develarse. La tumba pertenecía a un gran lobo, que había fallecido hacía pocas horas. Los amigos se preguntaron cómo era posible que hubiera muerto y temieron que el monstruo ya hubiera comenzado a devorarlo.
De repente, escucharon un fuerte rugido cerca del cementerio. Los amigos corrieron hacia un seto de arbustos, sin poder contener el miedo. Observaron entre las hojas del seto y vieron al monstruo.
Era una criatura enorme, con pelaje escarlata, ojos brillantes y dientes afilados como cuchillas. El monstruo estaba devorando a un lobo y parecía no haberles notado.
Los amigos se quedaron paralizados, sin saber qué hacer. Entonces, oyeron la voz de un anciano que les dijo: «no hay que temerle al monstruo, es solo un animal». Los amigos se sorprendieron al ver que el anciano entraba al cementerio con ellos y se presentaba como el cuidador del lugar.
Con paciencia, el anciano les explicó que el monstruo era en realidad un lobo solitario, que había vivido en el bosque por muchos años. El lobo había perdido a su familia y se había quedado solo. Desde entonces, el lobo no había cazado nada, solo esperaba a que los animales del cementerio fallecieran para alimentarse.
Los amigos pensaron en tratar de ayudar al lobo, quizás llevándolo a un lugar donde pudiera vivir en libertad. Entonces el anciano les dijo que algo tenía que hacerse, ya que los animales que morían en el cementerio merecían una muerte digna y no ser devorados por un lobo.
Los amigos decidieron unirse para buscar una solución, y juntos idearon una idea para cuidar el cementerio. Crearon un refugio donde los animales enfermos o heridos podían recuperarse y curar sus dolencias. También, establecieron una zona de caza específica para el lobo, donde podía alimentarse sin dañar a los animales enterrados.
Con el tiempo, el lobo comenzó a recuperar su fuerza, y gracias a la ayuda de los amigos y el anciano cuidador del cementerio, se convirtió en el protector de los animales enfermos y heridos.
Era impresionante como el lobo se hacía cargo de proteger y cuidar a los animales de la zona, convirtiéndose en un amigo leal. Así, más tarde, el cementerio llegó a ser un lugar de encuentro y recuperación para los animales enfermos o heridos.
Los amigos se sintieron orgullosos de haber encontrado un hogar para el lobo solitario, y además, de haber ayudado a los animales necesitados del cementerio. Juntos, prometieron continuar cuidando el cementerio, para que los animales fallecidos pudieran descansar en paz.
Desde ese día, el cementerio de los animales se convirtió en un oasis de paz, donde los animales vivos podían recuperarse y los muertos descansar en paz. Los amigos, junto al anciano cuidador, en ocasiones aún podían ver al lobo protector, un animal leal y fiel a su nuevo hogar.
Cada vez que visitaban el cementerio, se recordaban de aquella noche cuando creyeron haber visto un terrible monstruo. Pero sabían que en realidad, la fuerza de su unión y la acción solidaria había ayudado a crear un mundo mejor.