El Monstruo del Castillo del Abismo. Érase una vez en el Castillo del Abismo, un monstruo aterrador que vivía en lo más oscuro del castillo. Todos los habitantes de los pueblos cercanos lo temían, pero nadie había logrado verlo en persona. Se decía que era enorme, con garras afiladas como cuchillas y dientes tan grandes como espadas. También se decía que podía cambiar de forma, convirtiéndose en cualquier cosa que se le antojara.
El pueblo más cercano vivía aterrorizado cada vez que el sol se ponía y la oscuridad cubría el horizonte. Nadie se atrevía a acercarse al Castillo del Abismo, y menos aún a aventurarse dentro de sus murallas.
Pero un día, un valiente niño llamado Pedro decidió que era suficiente todo ese miedo infundado. Había escuchado muchas historias sobre el monstruo, pero nunca había visto una sola prueba de su existencia.
Así que una noche, mientras todos los demás estaban durmiendo, Pedro decidió aventurarse al Castillo del Abismo. Armado con una linterna, una cuerda y su espada de madera, caminó hacia el castillo.
Al principio, todo parecía estar en calma. Pero cuando Pedro comenzó a adentrarse en el castillo, comenzó a oír extraños pasos a su alrededor. Cada vez eran más fuertes y parecían venir de una dirección diferente.
«¡No tengas miedo!,» se dijo Pedro a sí mismo. «Sólo estoy aquí para averiguar si ese monstruo es real.»
Pero a medida que avanzaba, se daba cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. Todo parecía oscuro, frío y solitario. Oyó súbitamente un gruñido desde una distancia muy cercana. Uno de los pasillos parecía estar lleno de humo y le era difícil respirar. Pero Pedro continuó su camino valientemente, sintiendo una emoción única ante la posibilidad de ver al monstruo.
Finalmente, llegó a una enorme puerta de madera que parecía ser la entrada de la habitación del monstruo. Este último gruñido fue aún más fuerte, y Pedro sabía que el monstruo estaba justo detrás de esa puerta.
Tomó su espada de madera y abrió la puerta de golpe. Y lo que encontró detrás de ella lo dejó sin aliento.
No era un monstruo. En cambio, encontró a un mago anciano, el dueño del castillo. El hombre parecía muy sorprendido al ver al niño allí, pero Pedro también estaba sorprendido. Así que decidió preguntarle.
«¿Eres tú el monstruo del castillo?», preguntó Pedro.
El mago lo miró con una expresión de sorpresa y luego se echó a reír.
«No, no soy un monstruo… soy un mago. Las leyendas o rituales de los cazadores de monstruos crean estas historias tontas que no tienen base real. ¿Por qué piensas que soy un monstruo?».
«Bueno», respondió Pedro, «todos dicen que hay un monstruo aquí en el castillo, y que es muy grande y peligroso».
«Es posible», dijo el mago. «Ya sabes cómo son los cuentos populares. Pero yo no soy un monstruo, soy un mago».
Pedro se sintió aliviado al saber que no había un monstruo peligroso en el castillo. Pero también se sintió un poco decepcionado porque no había ningún monstruo aterrador que enfrentar.
El mago, como si adivinara sus pensamientos, le dijo:
«Sabes, aunque no haya un monstruo en este castillo, sí hay muchos otros lugares donde nunca se sabe lo que te puede pasar. Las leyendas son poderosas, pero tú eres valiente y esto debería permitirte hacer frente a los desafíos que se te presenten. Además, me gustaría ofrecerte una lección que te puede ser muy útil en el futuro».
Pedro prestó atención a las palabras del mago y habló con él durante horas, sobre cómo enfrentar los miedos y los desafíos que se presentan. Después de esa experiencia, entendió que no siempre hay monstruos detrás de cada sombra; a veces, el mayor enemigo se encuentra dentro de uno mismo.
Al final de esa noche, Pedro volvió a casa con una nueva y esencial lección. Aunque no había enfrentado a un monstruo real, también había vencido al miedo que le rodeaba, y se dio cuenta de que era mucho más valiente de lo que nunca había imaginado.
Y así, de vuelta en su pueblo, Pedro se convirtió en un verdadero héroe a los ojos de sus amigos y familiares. Aprendió que el miedo no debe controlarnos, y que debemos seguir adelante para enfrentar cada nuevo desafío que se nos presente.