El Monstruo del Castillo de la Noche. Érase una vez una pequeña aldea rodeada por un espeso bosque. En el centro de este poblado, se erigía un castillo. Sin embargo, este castillo no era igual que los demás. Se decía que allí vivía un monstruo, un ser horripilante que salía de su guarida cuando llegaba la noche para crear estragos y sembrar el terror en el pueblo.
Los niños y niñas de la aldea siempre habían oído las historias sobre el Monstruo del Castillo de la Noche. A menudo, se reunían en torno a las hogueras, contándose entre susurros los misteriosos desaparecimientos que habían sucedido en su pueblo. Dicen que el monstruo atacaba en las noches oscuras, cuando la luna brillaba en el cielo y una suave niebla envolvía el pueblo.
Cierta noche de luna llena, la curiosidad llevó a un grupo de niños y niñas a acercarse al castillo. Era una vista impresionante, con torres altas y muros de piedra que parecían impenetrables. Pero lo que más les asombró fue ver una sombra moverse detrás de una ventana.
—¡Allí está! —susurró un niño, señalando hacia la ventana. Los demás se acercaron para ver la sombra moviéndose detrás del cristal, conteniendo el aliento. Un ruido súbito les hizo saltar hacia atrás, haciendo que se detuviera el susurro y la risa.
De repente, una gran figura oscura se materializó en la noche, emergiendo de la sombra del castillo. Era el monstruo. Los gritos de los niños resonaron por todo el bosque. El Monstruo del Castillo de la Noche se acercó a los niños, quienes se apretujaron y temblaron en grupo. Pero, para su sorpresa, el monstruo no los atacó. En lugar de eso, se agachó para recoger algo del suelo.
Cuando el monstruo se levantó, sostenía un objeto pequeño y brillante en su mano. Era una pulsera de oro. El monstruo se la entregó a la niña que estaba más cerca.
—Esto es para ti —dijo el monstruo en una voz profunda y ronca.
Pero antes de que los niños pudieran decir algo, el monstruo desapareció nuevamente en las sombras del castillo.
Durante días, los niños y niñas estuvieron asombrados por su encuentro con el monstruo. ¿Por qué no los había lastimado o matado? ¿Por qué les había dado una pulsera?
Mientras tanto, la pulsera de oro comenzó a mostrarse en diferentes lugares dentro del pueblo, siendo encontrada en las casas, en las riberas del río, en los bancos de la plaza central. Los niños y niñas estaban seguros, la pulsera aparecía gracias al monstruo.
Un día, durante la siesta de todos los aldeanos, los niños y niñas decidieron regresar al castillo para agradecer al monstruo por su generosidad. Tardaron un poco en encontrar una entrada al castillo, pero finalmente vieron una ventana abierta; pudieron escuchar un ruido de arrastrar algo y luego una voz ronca y grave, como la noche.
Se acercaron sigilosamente y vieron a un hombre grande, con una capa de piel de animal, muebles y objetos extraños rodeándolo. Los niños y niñas se asombraron de las numerosas cosas que había en aquel lugar. El hombre tenía la pulsera en su mano.
—¿Eres tú el Monstruo del Castillo de la Noche? —preguntó una niña, animándose.
—Sí, lo soy —respondió el monstruo con una voz impresionante y ronca.
—¡Gracias por la pulsera! —dijeron en coro los niños y niñas.
El monstruo se sorprendió. No esperaba recibir estas visitas, menos de unos niños y niñas que no tuvieran miedo de él. A partir de ese momento, el monstruo fielmente entregó pulseras, pergaminos, pequeñas joyas, a l@s chicos, convirtiéndose en el amigo más extraño que pudo tener un@ niñ@.
De esa manera, el Monstruo del Castillo de la Noche se convirtió en amigo de la aldea. En su guarida, rodeado de tesoros y objetos extraños, compartía con los más pequeños sus historias, experiencias, mientras entregaba sus regalos mágicos, generosos y extraños.
Después de algún tiempo, los monstruos dejaron de perseguir a los niños y niñas del pueblo. Al fin y al cabo, no eran niños comunes y corrientes. Tenían a un amigo muy especial, el Monstruo del Castillo de la Noche, quien no solo les dio un regalo, sino que también les enseñó algo importante: Nunca debemos juzgar a alguien por su apariencia o por lo que dicen de ellos, porque detrás de cada fachada, hay una historia y un corazón que merece ser conocido y respetado.