El Monstruo del Bosque Maldito

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El Monstruo del Bosque Maldito
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El Monstruo del Bosque Maldito. Érase una vez un bosque maldito en el centro del cual se encontraba una cueva donde vivía un enorme y temible monstruo. Los rumores decían que era capaz de devorar a todo aquel que osara adentrarse en su territorio. Por eso, la gente del pueblo cercano lo evitaba y hablaba de él en susurros.

Sin embargo, un día llegó a la zona una familia de forasteros: Tomás, Lucía y sus dos hijos, Ana y Carlos. La familia había venido de vacaciones con la intención de pasar unos días en la naturaleza y disfrutar de las maravillas del bosque.

Pero al caer la noche, en medio de una tormenta, se perdieron en el bosque y llegaron hasta la cueva del monstruo.

La vista de la gigantesca figura les hizo temblar de miedo, pero no podían dar marcha atrás debido a la tormenta que se había desatado.

-¿Qué haremos ahora? –preguntó Ana con una voz temblorosa.

-Nada –dijo el padre con gesto serio-. No podemos ir a ninguna parte, tendremos que quedarnos aquí hasta que amanezca.

Lucía intentó tranquilizar a sus hijos con dulces palabras. La madre les aseguró que todo estaría bien, y que sólo sería cuestión de esperar un poco para salir de allí.

El monstruo avanzó lentamente hacia ellos y les miró con sus ojos penetrantes. Pero algo raro sucedió: el monstruo no los atacó, y en cambio se acurrucó en un rincón de la cueva.

La familia no podía creer que el monstruo estuviera siendo tan generoso con ellos. Tomás, sorprendido, se acercó al monstruo, para ver si estaba herido o le pasaba algo.

Pero el monstruo no se movió. Y es que, tras muchos años de soledad, el monstruo había decidido aceptar la compañía de los forasteros.

Con el paso de las horas, la familia empezó a sentirse un poco más cómoda con el monstruo a su lado. Seguían teniendo miedo, pero un miedo diferente al que habían sentido al principio.

De repente, Ana se dio cuenta de que había dejado su peluche favorito en la tienda de campaña, afuera de la cueva.

-Tengo que ir a buscar mi peluche –dijo llorando-.

Su padre le contestó que no era buena idea salir ahora, pero después de unos momentos de reflexión, el monstruo se levantó y con su enorme tamaño, cubrió a la pequeña Ana con su propia sombra, para protegerla de la lluvia y la oscuridad de la noche.

Ana se sintió segura bajo el cuidado del monstruo, y después de unos minutos regresó con su peluche. Al ver que regresaba sana y salva, la familia sintió una gran gratitud hacia el monstruo.

Por primera vez en muchos años, el monstruo del bosque maldito se sintió contento al tener compañía. Y así pasaron juntos la tormenta, hasta la llegada de la mañana.

Cuando el sol salió y la tormenta se detuvo, la familia se dispuso a abandonar la cueva, pero antes ocurrió algo sorprendente: el monstruo les entregó un dibujo que había hecho de ellos durante la noche.

Sorprendidos, la familia le preguntó si les conocía o si les había visto antes. El monstruo negó con la cabeza, pero les confesó que se había sentido como en familia con ellos.

Los forasteros salieron de la cueva con lágrimas en los ojos, ya que jamás habrían imaginado que podrían compartir su vida con un monstruo. A partir de ese momento, el bosque ya no sería jamás el mismo.

La familia del bosque maldito regresó a su hogar, pero ese monstruo enorme siempre quedaría en sus recuerdos y en su corazón. Ya no le temían y sabían que era un ser muy especial y maravilloso.

Desde aquel día, miles de aventureros vinieron de todos los lugares del mundo para conocer al monstruo del bosque maldito. Pero nadie se parecería a esa familia, que tan cerca estuvo de perderse en su propio miedo, pero que consiguió convertir un encuentro aterrador en una mágica aventura de amor y amistad.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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