El Monstruo del Bosque de la Muerte

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El Monstruo del Bosque de la Muerte
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El Monstruo del Bosque de la Muerte. Érase una vez, en un bosque muy cercano a un pequeño pueblo, un monstruo temible que aterrorizaba a todo aquel que se aventuraba a cruzar los árboles en la noche: el Monstruo del Bosque de la Muerte. Nadie sabía cómo había llegado allí ni por qué se había convertido en un ser tan terrible, pero todos le temían y evitaban acercarse a su territorio.

Ni los cazadores ni los leñadores se atrevían a enfrentarse a él, y todas las noches, cuando se ponía el sol, las puertas de todas las casas se cerraban con llave y las cortinas se abrían lo justo para poder ver la calle. Todos temían al monstruo, y esa noche no era diferente a las demás.

En una casa cercana al bosque vivía una pequeña niña llamada Ana. Ana era valiente y siempre había soñado con explorar el bosque, pero sus padres siempre le decían que no, que era peligroso y que no querían que se metiera en líos. Sin embargo, esa noche, Ana decidió que era suficientemente mayor como para enfrentarse al Monstruo del Bosque de la Muerte.

Cogió una linterna, una mochila con comida y agua, y se dirigió al bosque, pidiendo a los dioses que la protegieran. Al principio, todo parecía muy normal, pero a medida que se adentraba en el bosque, las ramas de los árboles se movían y los matorrales se agitaban a su paso. Seguía adelante, pero el camino cada vez era más difícil y había espinas que le hacían daño en las piernas.

Por fin, después de muchas horas de caminar, llegó al corazón del bosque. Allí, frente a ella, estaba el Monstruo del Bosque de la Muerte. Parecía una enorme bola de pelo oscuro, con garras afiladas y dientes de acero. Ana intentó retroceder, pero sus pies parecían pegados al suelo.

El monstruo se acercó poco a poco, pero se detuvo a unos pasos de ella. Ana cerró los ojos esperando lo peor, pero el monstruo sólo gruñó y le miró fijamente. Sorprendida, Ana abrió los ojos y vio que el monstruo se había sentado en un tronco caído y le estaba haciendo señas para que se le acercara.

Lenta y cuidadosamente, Ana se acercó al monstruo, temblorosa. Pero en cuanto estuvo cerca, el monstruo sólo gruñó y se acarició la cabeza, como si quisiera que Ana le rascara detrás de las orejas. Ana se sorprendió al principio, pero luego empezó a reír al ver al monstruo comportarse así.

Y así pasó toda la noche, sentada al lado del Monstruo del Bosque de la Muerte, rascándole detrás de las orejas y contándole historias de todas las cosas que había visto en su vida. Cuando empezó a clarear el cielo, Ana se despidió del monstruo y se dirigió a su casa, feliz de haber hecho un nuevo amigo.

Desde entonces, todos los días, después de hacer los deberes y antes de cenar, Ana se dirigía al bosque para visitar a su amigo. Y aunque algunas veces el Monstruo del Bosque de la Muerte parecía enfadado y gruñón, siempre volvía a comportarse amablemente con ella.

La gente del pueblo no podía creer lo que veían: la niña más valiente del pueblo se estaba haciendo amiga del monstruo más temible de toda la región. Pero Ana no importaba lo que la gente pensara. En su corazón, sabía que el monstruo no era como todo el mundo pensaba. Así que se encargó de que todos supieran la verdad sobre su nuevo amigo.

Y gracias a ella, hoy en día se habla del Monstruo del Bosque de la Muerte como una leyenda que ya nadie cree, ya que lo que Ana descubrió es que, aunque algunas veces las cosas parezcan malas o peligrosas, siempre hay algo bueno detrás de ellas. Y nunca hay que tener miedo de explorar y descubrir el mundo que nos rodea, porque siempre hay algo maravilloso por descubrir.

Los niños y niñas del pueblo nunca volvieron a tener miedo al Monstruo del Bosque de la Muerte, y hasta hoy en día, algunos de ellos van de vez en cuando a visitar a Ana y a su amigo en el corazón del bosque. Y cada vez que lo hacen, el Monstruo del Bosque de la Muerte les recibe con una sonrisa y les ayuda a rascarse detrás de las orejas.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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