El Monstruo de la Playa Desolada. Érase una vez, en una pequeña aldea cerca de la costa, existía una leyenda sobre un monstruo que habitaba la Playa Desolada. Nadie sabía cómo era o qué hacía el monstruo, pero la gente evitaba esa playa y la consideraba un lugar maldito.
Un día, un grupo de amigos decidió explorar la playa con la valentía propia de los niños. Caminaron por la orilla, saltando las olas y buscando conchas. Pero pronto se dieron cuenta de que algo estaba extraño. Las olas eran más altas que de costumbre, el agua estaba turbia y el cielo se estaba oscureciendo.
De repente, la arena comenzó a temblar debajo de sus pies. De un agujero al que no le habían prestado atención, emergió una enorme garra tentacular. Los niños gritaron y corrieron hacia la entrada de la playa, pero la garra se movía demasiado rápido y los alcanzó.
Asustados, los niños se encontraron atrapados en las garras del Monstruo de la Playa Desolada. Intentaron escapar, pero las garras se cerraron más fuerte alrededor de ellos. El monstruo emergió del agujero y les mostró su rostro aterrador.
Era un ser gigante hecho de arena y conchas, con ojos brillantes y afilados dientes. Los niños temblaron de miedo, pero pronto se dieron cuenta de que el monstruo no quería hacerles daño.
El Monstruo de la Playa Desolada les habló con una voz ronca y susurrante. Les dijo que estaba cansado de ser temido y odiado por los habitantes de la aldea. Él solo quería hacer amigos y tener un lugar en el mundo.
Los niños se dieron cuenta de que el monstruo no era tan espeluznante después de todo. Era solitario y necesitaba compañía humana. Decidieron que no tenía sentido temer a alguien que solo quería amistad.
Así que, los niños comenzaron a visitar al monstruo todos los días en la playa. Jugaban y charlaban con él como si fuera cualquier otro amigo. Le enseñaron canciones, le contaron historias y jugaron a juegos de mesa que construyeron en la arena.
El Monstruo de la Playa Desolada se convirtió en su amigo más cercano. Y aunque todavía asustaba a los extraños que visitaban la playa, los niños sabían que solo era un ser tímido que necesitaba un poco de amor y aceptación.
Los niños visitaron al monstruo todos los días durante años, hasta que finalmente, los mayores de ellos se mudaron a la ciudad y tuvieron que dejar la aldea.
Pero nunca olvidaron a su amigo de arena y conchas. Cada vez que se sentían tristes o solos, recordaban los buenos momentos que pasaron con el Monstruo de la Playa Desolada. Sabían que no importaba cuán diferente era, siempre encontrarían un lugar en sus corazones para él.
Así que, si alguna vez te encuentras caminando por la Playa Desolada y ves un agujero extraño en la arena, no tengas miedo. En lugar de eso, piensa en el Monstruo de la Playa Desolada, tuvo que superar su temor a los humanos y encontró amistad en los niños más valientes de todos.