El Monstruo de la Mansión de los Secretos. Érase una vez, en una gran mansión de piedra donde vivía una familia muy particular. La casa tenía un algo extraño que provocaba que los vecinos de la zona hablaran de ella con cautela. Pero no era solo la casa lo que causaba la alarma, sino también los rumores sobre los extraños y misteriosos eventos que allí ocurrían.
Los niños y niñas del pueblo murmuraban que había una criatura viviendo en la casa, un gran monstruo que aparecía solo durante la noche. Nadie había sido lo suficientemente valiente como para traspasar el acceso de la mansión y así descubrir la verdad detrás de este mito.
Era una tarde de verano, una familia compuesta por un padre, una madre, y dos niños llamados Laura y Tom, se mudaron de la ciudad al pueblo donde la mansión estaba situada. La nueva casa de la familia estaba justo al lado de la Mansión de los Secretos, y los niños no tardaron en oír las leyendas sobre el monstruo que parecía habitar dentro de sus muros.
A pesar de los consejos de los vecinos, Laura y Tom decidieron que necesitaban averiguar más sobre la criatura. Una noche, mientras sus padres se encontraban durmiendo, los niños se escurrieron sigilosamente fuera de la casa, tras el muro de la mansión.
Se encontraba oscuro, y hacía un silencio casi sobrenatural. Los niños se adentraron en el jardín de la mansión, avanzando poco a poco hacia la puerta de entrada.
El corazón de Laura estaba acelerado, y su hermano Tom intentaba mantenerse valiente. Sin embargo, sus nervios se intensificaron hacia el momento en que un ruido ensordecedor se escuchó. El ruido parecía profundamente inhumano, como una mezcla de rugido y gruñido ronco.
Un miedo paralizante se extendió por todo el cuerpo de Tom, mientras Laura temblaba por completo. Antes de poder intentar escapar, la puerta principal de la mansión se abrió de golpe. Al principio, ninguno se movió. Entonces, sin previo aviso, una figura oscura surgió de la puerta abierta.
Los niños estuvieron a punto de gritar, pero rápidamente comprendieron que el monstruo no tenía interés en dañarlos. La criatura parecía más bien necesitada, y cuando sus ojos se encontraron con los de Laura y Tom, ésta emitió un gemido prolongado, que pareció un gruñido. Pidiendo ayuda.
Laura comprendió que debían ayudar a la criatura, y que ahora no había vuelta atrás. La familia creía en que ayudar a los demás era una parte fundamental de sus valores, y aquella noche no iba a ser la excepción.
La criatura miró a los niños durante un rato, antes de dar media vuelta y comenzar a caminar hacia el interior de la mansión. Los niños intercambiaron una mirada entre sí, decidiendo que lo mejor sería seguir al monstruo.
Una vez dentro, la mansión parecía desafiante con sus misteriosos pasillos, habitaciones repartidas por todas las plantas. Las paredes a través del pasillo central estaban decoradas con luces mortuorias que hacían que los niños sintieran el frío en sus huesos.
La criatura se movía silenciosa, y Laura y Tom no tuvieron problemas para seguirle sin ser detectados. Pronto llegaron a una habitación iluminada por la luz de la luna. La luna llena reflejaba en una habitación amplia y desde una de las ventanas que allí se encontraban una moribunda niña de unos ocho años yacía tumbada en el suelo.
La criatura se acercó lentamente a la pequeña moribunda. Los niños no podían entender lo que estaba ocurriendo, pero parecía que la criatura era capaz de ayudarla. De alguna forma, aquella criatura monstruosa sabía como curar a la niña.
Tom y Laura no pudieron evitar sentirse emocionados al darse cuenta de que esta criatura no era un monstruo, sino un Sanador. Un ser capaz de sanar, que ayudaba a quien se cruzaba en su camino.
La criatura sanó a la niña, y luego empezó a hablar con ellos, con una voz suave y acogedora. Les preguntó cómo se encontraban, y si entendían realmente el poder de la ayuda y el amor. Los niños se sentían agradecidos y conmovidos, con una comprensión que sobrecogía, comprendiendo la verdad de la criatura que habían sido mostrados. Aquel poder divino de la ayuda.
A partir de esa noche Tom y Laura empezaron a conocer mejor al Sanador de la Mansión de los Secretos. Se dieron cuenta de que el verdadero monstruo no era la criatura, sino la oscuridad de las leyendas. Los niños comprendieron que no podemos juzgar a alguien por cómo se vea en el exterior, y que todos tenemos algo valioso que aportar.
Con el tiempo, Laura y Tom aprendieron que ayudar a los demás es una parte fundamental de su propósito vital. La criatura les enseñó a tener empatía y amar, y nunca olvidaron el momento en que se dieron cuenta de que el poder no era algo que se sostuviera solo en la habilidad física, sino también en el poder de ver la verdad más allá del mendaz. Y desde entonces siempre ayudaron a los demás, cumpliendo con su deber de ayudar siempre que pudieran.