El monstruo de la inclusión. Érase una vez en un pequeño pueblo lleno de color, donde una gran variedad de personas vivían en armonía. Pero a pesar de ser un lugar hermoso, había un problema que preocupaba a muchos de sus habitantes: existía la discriminación.
Había niños que se burlaban de otros por su aspecto, hombres que menospreciaban a las mujeres y algunos se rehusaban a integrar a aquellos que llegaban de otros lugares.
Un día, el alcalde del pueblo decidió que era momento de hacer algo al respecto. Convocó a una reunión en la plaza principal y llamó a todos los habitantes a escuchar sus palabras.
“Queridos habitantes de nuestro pueblo, estoy preocupado por los actos de discriminación que hemos estado experimentando. Todos somos iguales, merecemos el mismo respeto y amor. Por eso, he decidido crear una comisión de inclusión para que juntos trabajemos en hacer de nuestro pueblo un lugar más acogedor para todos.”
La comisión comenzó a trabajar de inmediato. Se reunían todas las semanas para discutir problemas específicos que afectaban a la comunidad del pueblo, ideando soluciones que favorecieran a todos por igual.
Un día, mientras la comisión caminaba por el bosque, se encontraron con un monstruo gigantesco que estaba atascado en la tierra.
“¿Qué haremos con este monstruo?” preguntó uno de ellos.
“Tendremos que ayudarlo, igual que a cualquier otro habitante de nuestro pueblo”, respondió el líder de la comisión.
Así que juntos, trabajaron para sacar al monstruo del pantano. Lo ayudaron a limpiar todo el lodo de su cuerpo y se dieron cuenta de que era una criatura amable y cariñosa, muy diferente del aspecto temible que demostraba.
Desde ese día, el monstruo visitaba la plaza principal a menudo para ayudar a las personas. Creó una escuela de arte y enseñó a los niños del pueblo a hacer pinturas y esculturas. También enseñó a tocar la guitarra, el piano y otro tipo de instrumentos.
Los niños del pueblo se enamoraron del monstruo y se dividieron en grupos para jugar con él, compartiendo con él todo tipo de actividades. Los adultos incluso aprendieron a cocinar y a bailar al ritmo de su propia música.
El monstruo se convirtió en el defensor de la inclusión en el pueblo, ayudando en cualquier problema de discriminación. Cuando alguien sufría burlas o se sentía excluido, el monstruo estaba allí para brindarles amor y apoyo.
Con su ayuda, el pueblo se convirtió en un lugar acogedor para todos. Las mujeres, las personas de color y las personas que habían venido de otros lugares fueron aceptadas en la comunidad y se sintieron valoradas por quienes las rodeaban.
Un día, durante una celebración de inclusión en la plaza principal, el monstruo hizo un gran discurso para todos los habitantes del pueblo.
“Amigos, quiero agradecerles por aceptarme entre ustedes. En esta comunidad, todos somos iguales, nadie es mejor que nadie. Debemos trabajar juntos para derrotar la discriminación y hacer de este un lugar seguro, lleno de amor y de respeto. Les pido a todos que siempre estén dispuestos a ayudar a los más necesitados y que siempre valoren la diversidad. Juntos podemos lograrlo.”
Los habitantes del pueblo aplaudieron su discurso y lo abrazaron fuertemente. Sabían que habían encontrado un gran defensor en el monstruo, el cual había enseñado al pueblo la importancia de trabajar en equipo y luchar por la inclusión y la igualdad.
Desde ese día, el monstruo se convirtió en el símbolo de la inclusión en el pueblo. Era el defensor que luchaba por la igualdad para todos, en cada rincón de la comunidad.
Los habitantes del pueblo aprendieron de él la importancia de aceptar y valorar a todas las personas, fuesen cual fuese su origen, raza o género. Entendieron que todos éramos iguales, y que la discriminación solo separaba a las personas, impidiendo que pudieran desarrollar todo su potencial.
Así, gracias al monstruo de la inclusión, el pueblo se convirtió en un lugar donde todos eran bienvenidos. Y aunque hubo tiempos difíciles, siempre pudieron contar con su defensor para superar todos los obstáculos.
El monstruo de la inclusión recordó al pueblo la lección más importante de todas: si trabajamos juntos y nos unimos en la lucha contra la discriminación, nuestro mundo será un lugar más justo, equitativo y lleno de amor.