El Monstruo de la Casa de los Espíritus

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El Monstruo de la Casa de los Espíritus
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El Monstruo de la Casa de los Espíritus. Érase una vez, en una pequeña casa en las afueras de la ciudad, vivía una familia muy peculiar y un tanto asustadiza. Aunque no eran supersticiosos, la casa tenía una reputación que hacía que los vecinos evitaran pasar por allí de noche. Había rumores de que los espíritus se paseaban por los pasillos, que las puertas se abrían y cerraban solas y que alguien o algo, estaba destrozando la casa cada vez que la familia salía a trabajar o a comprar comida.

Por supuesto, en la familia, se sentían cómodos y seguros en su hogar y creían todas las historias como simples supercherías de los vecinos. Sin embargo, una noche la casa se quedó oscura. Ninguna luz se encendía y ninguno de los miembros se encontraba en casa. Así que, cuando la familia regresó a su hogar, encontraron una casa destrozada, con golpes en las paredes, las puertas rotas y los muebles fuera de lugar. Pero lo que más les sorprendió, fue el olor a agua de colonia, muy dulce, que parecía haber invadido cada rincón de su hogar.

La familia intentó ignorar estos extraños sucesos, pero cada vez se tornaban más aterradores. Una noche, el padre descubrió una sombra en el pasillo. Se acercó a ella despacio, intentando ver lo que era, pero al llegar al comedor vio que no había nadie. Al girarse, vio una marca en la pared del pasillo, parecida a una garra, lo que le hizo saltar de susto.

A partir de entonces, la familia decidió que había algo extraño y aterrador en su casa. Sin embargo, no sabían cómo de terrible era la realidad. Una noche, cuando todos estaban durmiendo, oyeron un ruido que venía de la cocina. Suelen ser pequeños ruidos normales, que se oyen en la noche, pero este era diferente. Se parecía al sonido de algo que se arrastraba por el suelo. La madre, que dormía más cerca de la cocina, se levantó para ver qué pasaba. Al llegar a la cocina, no encontró nada raro. Pero entonces, notó que algo se movía detrás de ella. Se giró, asombrada, para ver que una sombra grande y negra se movía a su alrededor.

La sombra giró y giró, hasta que la madre perdió la orientación de su entorno. De repente, las cosas pararon. Miró hacia abajo y vio un cuento de tierra movediza, dentro de su propia casa. Se dio cuenta de que había algo viviendo en esa casa, algo extraño y aterrador que no había notado hasta ese momento. A la mañana siguiente, habló con su esposo y sus hijos, que no podían creer lo que escuchaban. Pero por fin, todos estaban de acuerdo en que debían hacer algo al respecto.

Después de investigar un poco, encontraron una manera de echar a esa criatura fuera de su casa. Según el libro que habían encontrado, la criatura era el Monstruo de la Casa de los Espíritus. Era un monstruo sin forma, cuyas patas se parecían a las de un ciempiés gigante. Podía entrar en cualquier rincón de la casa y alimentarse de todo lo que encontraba a su paso.

La familia decidió tomar medidas. Primero sellaron todas las ventanas y puertas de su casa, y luego encendieron velas y sahumerios, como se explicaba en el libro. Pero algo salió mal. El Monstruo de la Casa de los Espíritus no sólo no fue expulsado, sino que se enfureció más. A la mañana siguiente, la familia se encontró con que todo había sido destrozado, los muebles volcados y las paredes pintadas con símbolos misteriosos.

Sin embargo, la casa estaba ahora libre de la criatura. Quizá ésta se había ido, molesta por los intentos de ahuyentarla. A partir de ese momento, la familia pudo dormir tranquila.

Pasaron varias semanas, en las que las cosas volvieron a estar en su sitio, pero la familia notaba que algo no iba bien. La casa era más fría y oscura, y a menudo sentían un escalofrío cuando pasaban por un pasillo demasiado oscuro. Así que decidieron mudarse, dejando atrás el hogar que habían conocido durante los últimos años. Pero cuando regresaron a la casa para recoger sus cosas, encontraron algo sorprendente.

En la pared del pasillo, allí donde había estado la marca de la garra, ahora había una pintura de la familia, colorida y vibrante, que parecía sonreírles. Debajo se leía: «Gracias». La familia se dio cuenta de que no había sido el Monstruo de la Casa de los Espíritus lo que había destrozado su hogar, sino todo lo contrario. Era una criatura solitaria, asustada y maltratada, incapaz de comprender por qué los humanos se asustaban tanto de ella.

A partir de ese día, la familia vivió en paz en su nueva casa, pero aprendieron que no todos los terrores son malvados, y que a veces hay que ser amable y comprensivo con lo que no conocemos. Y durante varias noches, podían oír la voz suave y ronca del Monstruo de la Casa de los Espíritus, cantando dulces canciones de cuna que los hacían dormir más felices.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Monstruo de la Casa de los Espíritus
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