El misterioso visitante de Navidad. Érase una vez un pueblo en lo profundo de la selva verde, rodeado de montañas y ríos que se entrelazaban en un baile constante. El pueblo era pequeño y los lugareños eran en su mayoría humildes y trabajadores, pero siempre encontraban la manera de disfrutar la vida y festejar las ocasiones especiales. Navidad era una de esas ocasiones y la villa siempre se preparaba para celebrar con luces, villancicos, pan dulce y bebidas tradicionales.
Esa noche, mientras la nieve caía suavemente sobre las casas de tejas rojas y las calles empedradas, algo extraño sucedía en el pueblo. Había un extraño visitante que nadie conocía. Éste llamó a la puerta de cada hogar, preguntando por sus habitantes, y dejando atrás un pequeño obsequio. Los vecinos se preguntaban quién podría ser este misterioso visitante, y uno a uno, alarmados o curiosos, abrían sus puertas.
Don Fernando, dueño de la modesta panadería, se sorprendió al encontrar al visitante, envuelto en prendas empapadas y con el cabello largo y oscuro, preguntando por su familia. El misterioso visitante les entregó una bolsa con pan dulce y partió alegremente.
La familia Hernández, una de las más pobres y trabajadoras del pueblo, recibió al visitante en su humilde casa. Los Hernández, a pesar de no tener mucho en la vida eran agradecidos por lo poco que tenían. El misterioso visitante preguntó por ellos y luego les entregó una pequeña bolsa con caramelos de menta. La familia se asombró por el detalle y se aseguró de que el visitante hubiera tomado algo caliente antes de partir.
El señor Castillo, uno de los hombres más pudientes del pueblo, también recibió al misterioso visitante. Este usaba un saco de piel para protegerse del frío y una bufanda estampada que cubría la mitad de su rostro. El misterioso visitante preguntó por el señor Castillo y le entregó una caja de chocolate suizo, diciéndole que se trataba de algo especial que podría compartir con su familia.
La gente del pueblo empezó a hablar mucho sobre el misterioso visitante, especulando sobre quién podría ser. Muchos concluyeron que era uno de los ángeles de la Navidad que se habían tomado un tiempo para visitar al pueblo y llevar alegría con sus pequeños obsequios. Todos estaban llenos de gratitud por los presentes y esperaban que el visitante regresara el año siguiente.
Sin embargo, la alegría no duró mucho. Al día siguiente, la gente descubrió que el misterioso visitante había desaparecido, dejando detrás de sí una pequeña nota. Decía que se trataba de alguien que había llegado al pueblo en busca de una segunda oportunidad, alguien que necesitaba la cálida acogida de la gente y la paz que el pueblo proporcionaba. La nota terminaba diciendo que no volvería, pero que siempre recordaría la cálido y amable espíritu de la gente del pueblo.
Los días pasaron, y el pueblo volvió a su vida cotidiana. Los niños regresaron a la escuela, los campesinos cosechaban sus huertas y los animales se pastoreaban en los valles cercanos. Aunque el misterioso visitante había desaparecido de sus vidas, dejó un pequeño rastro de afecto y cariño para aquellos que lo recibieron en su hogar.
Un año después, el pueblo se llenó de un extraño sentimiento de esperanza. La gente esperaba ansiosa el regreso del misterioso visitante, aunque todos sabían que era muy posible que nunca volviera. Pero, para sorpresa de todos, justo antes de Navidad, el misterioso visitante regresó al pueblo.
Esta vez, llegó suavemente, el misterioso visitante no tocó ninguna puerta en el pueblo; en cambio, dejó cajas de regalos en la plaza del centro. Las cajas estaban envueltas en papel de Navidad y por dentro estaban repletas de obsequios y juguetes para los niños del pueblo.
La gente del pueblo se acercó a la plaza, sorprendida y curiosa sobre lo que estaba sucediendo. Cuando descubrieron lo que había dentro de las cajas, las madres lloraron de alegría y los niños sonrieron con gozo y satisfacción.
Esta vez, las cajas venían con una carta que decía: «Espero que este pequeño gesto traiga felicidad y alegría a sus corazones. Aunque soy un vagabundo que ha viajado por el mundo en busca de su lugar, puedo decir que el tiempo que pasé aquí fue de los mejores momentos que he tenido. Que la paz y la bondad nunca abandonen esta tierra bendita».
La gente del pueblo entendió que el misterioso visitante era alguien que necesitaba ayuda, un vagabundo que había perdido todo y que a pesar de eso aún era capaz de dar. Pero el misterioso visitante nunca volvió a aparecer en el pueblo. Sin embargo, nadie olvidó el espíritu de Navidad y la lección de vida que el misterioso visitante les dejó.
De ahora en adelante, cada vez que la Navidad llega al pueblo, la gente recuerda al misterioso visitante y su actitud de amor y bondad. La gente del pueblo hace todo lo posible por ayudarse mutuamente y las puertas de sus hogares siempre están abiertas de par en par, en caso de que el visitante regrese nuevamente.
Y también se dice, por supuesto, que si alguna vez te encuentras en lo profundo de la selva, podrías tener la suerte de ver al misterioso visitante de Navidad en algún momento de tu vida.