El misterio del fantasma del antiguo templo egipcio. Érase una vez en el antiguo templo egipcio, el pueblo estaba aterrorizado por un extraño fantasma que se aparecía cada noche en el lugar sagrado. Los aldeanos lo llamaban el fantasma de los faraones y creían que estaba vinculado a la maldición del faraón que gobernó el templo hace muchos siglos.
Había muchas teorías sobre quién podía ser el fantasma, pero nadie se atrevía a acercarse lo suficiente para descubrir la verdad. Fue entonces cuando un valiente joven llamado Ali decidió enfrentar el misterio y resolver el enigma del templo.
Un día, Ali reunió a sus amigos y les pidió que lo ayudaran a investigar el templo. Como eran un grupo muy unido, sus amigos no dudaron en ayudarlo.
Juntos, se adentraron en el templo oscuro y polvoriento y comenzaron a buscar pistas. Se encontraron con varias habitaciones y pasillos, pero no encontraron ningún rastro del fantasma.
Mientras se adentraban más en el templo, escucharon un extraño ruido que parecía provenir de debajo de ellos. Con bastante miedo, se acercaron a la fuente del sonido y descubrieron una puerta oculta que conducía a un túnel subterráneo.
A pesar del peligro, Ali y sus amigos decidieron entrar en el túnel para averiguar lo que había dentro. A medida que avanzaban, se dieron cuenta de que el túnel conducía a una habitación secreta debajo del templo.
Cuando entraron en la habitación, descubrieron algo sorprendente: allí, en medio de la habitación, había una gran estatua de un faraón.
De repente, escucharon un ruido detrás de ellos y se dieron la vuelta para ver al fantasma del templo. Pero, para su sorpresa, no se trataba de un fantasma real. En realidad, era el sacerdote del templo disfrazado para mantener a los aldeanos alejados de la habitación secreta.
Al darse cuenta de que Ali y sus amigos habían descubierto su secreto, el sacerdote decidió contárselo todo. Hace muchos años, el faraón del templo contrató a un artista muy talentoso para hacer una estatua de él mismo. Sin embargo, el artista decidió hacer una trampa al faraón y colocó una maldición en la estatua, diciendo que el poder del faraón permanecería dentro de la estatua después de su muerte.
Cuando el faraón murió, la estatua se convirtió en un objeto de gran valor y poder. Los sacerdotes del templo siempre estuvieron a cargo de proteger la estatua y asegurarse de que nunca caiga en manos equivocadas.
El sacerdote les contó a Ali y sus amigos que el ruido que escucharon en el túnel subterráneo era la estatua moviéndose por sí sola. Recientemente, alguien había intentado robar la estatua y el sacerdote se disfrazó como el fantasma del templo para mantener a los ladrones alejados del templo.
Ali y sus amigos comprendieron que el «fantasma» había sido solo un encubrimiento para proteger una valiosa reliquia de la historia egipcia y se sintieron aliviados de que el misterio del templo finalmente se había resuelto.
Agradecidos por la ayuda de Ali, los sacerdotes del templo le permitieron llevarse un pequeño reliquia como recuerdo de la travesía. Desde ese día, Ali se convirtió en un héroe del pueblo y el templo recuperó su antigua belleza y esplendor. Cada noche, cuando el sol se ponía, todos los aldeanos volvían al templo para disfrutar de la belleza oculta y misteriosa que poseía y agradecer por el cielo estrellado que podían observar en la oscuridad.
