El misterio del fantasma de la fábrica abandonada. Érase una vez un pueblo donde había una fábrica abandonada. Se decía que en esa fábrica estaba el fantasma de su antiguo dueño, que había muerto misteriosamente. Nadie se atrevía a acercarse a la fábrica abandonada, y mucho menos a entrar en ella.
Un grupo de amigos, conformado por cinco niños y una niña, decidieron investigar el misterio del fantasma de la fábrica abandonada. Se llamaban David, Luis, Juan, Miguel, Alejandro y Sofía. Todos se reunieron en la plaza del pueblo para planear su aventura. La idea era entrar en la fábrica y descubrir qué había detrás del rumor del fantasma.
Los niños caminaron hacia la fábrica abandonada. El lugar estaba cubierto de polvo y telarañas. Era una fábrica antigua, con grandes puertas y ventanas altas. Los niños intentaron abrir las puertas, pero estaban cerradas con candado. Sofía, la más valiente del grupo, encontró una pequeña ventana en la parte trasera de la fábrica.
-¡Aquí está la entrada! -dijo-.
-¿Entrar por una ventana? ¡Estás loca!, dijo Juan asustado.
-Pero no podemos desistir ahora. Tenemos que descubrir la verdad -intervino David.
La ventana estaba abierta, así que Sofía entró primero. Los demás la siguieron. A medida que avanzaban en la fábrica, las sombras se volvían cada vez más oscuras. Todos se estremecieron por un momento, pero ninguno dijo nada. Sus respiraciones eran agitadas, pero sus ánimos no estaban dispuestos a dejarse vencer.
De repente, comenzaron a escuchar ruidos extraños. Los niños miraban a su alrededor, asustados. Entonces, vieron una sombra en el fondo del pasillo. Se les aceleró el pulso. ¿Sería el fantasma?
-¡Debemos avanzar, no podemos detenernos ahora! -dijo Alejandro.
Los niños se acercaron a la sombra, cada vez más rápido. Al llegar a la posición donde había estado la sombra, se dieron cuenta de que no había nada.
-¡Eso fue extraño! -dijo Luis.
-Sí, muy extraño -respondió Sofía.
-Mejor seguimos adelante -sugirió Miguel.
Así que los seis amigos continuaron explorando la fábrica. Se adentraron en una sala llena de maquinarias, donde había una mesa con papeles acumulados. Allí encontraron un documento que les dejó boquiabiertos. Era una carta escrita por el dueño de la fábrica, donde contaba sobre un tesoro escondido en el interior de la fábrica. La carta también decía que había una trampa secreta en la fábrica para descubrir a quien intentara robar el tesoro.
De pronto, las luces se apagaron. Los niños se asustaron. No podían ni ver ni moverse. Estaban atrapados en esa habitación. De repente, escucharon una risilla.
-¿Oíste eso? -preguntó Juan.
-¿Será el fantasma? -preguntó Sofía.
De repente, se iluminó una antorcha y apareció una persona. Era un anciano que conocía la fábrica muy bien.
-Hola, niños. ¿Qué están haciendo aquí? -preguntó el anciano.
-Explorando la fábrica -respondió David.
-Verán, todos piensan que hay un fantasma aquí, pero en realidad no hay tal cosa. Todo fue una estrategia para ahuyentar a los ladrones. Yo soy el cuidador de la fábrica, y debo proteger el tesoro que mi mentor dejó oculto. He estado buscando el tesoro por mucho tiempo, y nunca he encontrado el momento adecuado. Pero ustedes lo han hecho. Lo habéis encontrado -dijo el anciano con una enorme sonrisa.
-¿El tesoro? ¡No lo hemos visto! -dijo Sofía.
-Lo sé. Está muy bien escondido. Pero ¿quieres saber lo que es el tesoro más grande de todos? -preguntó el anciano.
-¿Qué? -preguntaron los niños en unísono.
-La aventura que acabáis de vivir. Habéis explorado la fábrica abandonada, y habéis llegado hasta aquí. Eso es un tesoro único. La valentía, la unión, el atrevimiento. Esa es la verdadera riqueza -respondió el anciano.
-Entonces, ¿no hay tesoro? -preguntó Juan.
-Sí, hay un gran tesoro, la aventura que acabáis vivido juntos. Y eso no se puede comprar con nada. Ahora, vayan a sus casas, y contemplen vuestra pequeña aventura -dijo el anciano.
Los chicos estaba atónitos pero felices. Habían explorado una fábrica abandonada, y se habían dado cuenta de que el tesoro no se encuentra siempre en lo que se puede encontrar, sino en el camino recorrido. Desde aquel día, los seis amigos se unieron más y más, y siempre recordaban esa increíble aventura, donde el verdadero tesoro estaba en tenerse los unos a los otros.


