El juguete roto que se convirtió en algo especial. Érase una vez un pequeño niño llamado Tomás que tenía un juguete favorito: un cohete de juguete que se encendía y despegaba. Tomás lo recibió de papá Noel en Navidad y nunca se separaba de él. Le encantaba jugar con él en los días soleados o lluviosos, en la escuela o en el parque.
Una tarde, Tomás salió corriendo de la escuela hacia el parque para jugar con su juguete favorito. Cuando llegó al parque, cogió su cohete y lo lanzó al aire. Sin embargo, esta vez el cohete cayó al suelo y se rompió en pedazos. Tomás se puso muy triste al ver que su juguete favorito estaba roto.
Inmediatamente, se fue corriendo a casa en busca de su padre, quien trabajaba en una fábrica de juguetes. Después de mostrarle el juguete roto a su padre, Tomás le preguntó si podía arreglarlo. Su padre le explicó que no estaba seguro de poder arreglarlo, pero que lo intentaría.
Días más tarde, su padre apareció en su habitación con el juguete en la mano. Le explicó que no había podido arreglarlo, pero que lo iba a convertir en algo especial. Tomás estaba intrigado. ¿Qué podía ser especial con un juguete roto?
Su padre lo llevó a su taller y le mostró una especie de plataforma de lanzamiento hecha de viejos juguetes rotos y piezas de madera. Le explicó que su cohete sería el primero en despegar. Tomás estaba emocionado al ver lo que su padre había creado.
Al día siguiente, Tomás fue al parque con su padre, quien había traído consigo todas las herramientas y materiales necesarios. Comenzaron a construir su plataforma de lanzamiento en el medio del parque.
El padre de Tomás creó una estructura de madera que sostenía el cohete en el centro. Luego, instaló algunos motores de cohetes alrededor de la estructura. Después de algunas horas de trabajo, la plataforma de lanzamiento estaba lista, y Tomás estaba ansioso por verla en acción.
Una multitud se reunió en el parque para ver el espectáculo. Tomás y su padre colocaron el cohete en la plataforma y lo encendieron. La multitud contuvo la respiración mientras el cohete cobraba vida. Tomás miró el juguete roto mientras se elevaba en el aire. A medida que el cohete se elevaba, comenzó a dejar un rastro de humo rojo, amarillo y naranja. Era tan hermoso que todos se quedaron impresionados.
Mientras el cohete se elevaba y se alejaba, los ojos de Tomás brillaban de alegría. Estaba feliz de que su juguete favorito hubiera sido transformado en algo especial y que haya podido compartirlo con todos. Tomás comprendió que aunque el juguete había estado roto, el recuerdo nunca lo estaría.
Con cada lanzamiento, el padre de Tomás agregaba pequeñas mejoras a la plataforma de lanzamiento, hasta que se convirtió en un proyecto en constante evolución. La plataforma de lanzamiento se hizo cada vez más grande y sofisticada, y Tomás ayudaba a su padre en cada paso del camino.
Un año más tarde, la plataforma de lanzamiento se había convertido en un gran espectáculo, con miles de personas viéndola cada vez que Tomás y su padre la montaban. El cohete era más grande y más brillante que en cualquier momento anterior, y todos en la ciudad hablaban de ello.
Tomás se dio cuenta de que, aunque su juguete favorito estaba roto, había sido transformado en algo aún más bonito e importante. Era una forma de compartir su amor por los juguetes con la gente, y una manera de mostrarle a todos que cualquier cosa, incluso un «juguete roto», podía ser transformada en algo especial.
Cuando Tomás se hizo mayor y se marchó a la universidad, su padre todavía construía la plataforma de lanzamiento. Después de unos años, incluso se había convertido en una atracción turística, y los visitantes de todo el mundo venían a verla.
Cada vez que Tomás regresaba a casa, iba directamente al parque para ver la plataforma de lanzamiento. Se sentía feliz de ver a la gente disfrutando del espectáculo y observando cómo su padre había convertido un juguete roto en algo tan hermoso.
Un día, después de muchas visitas, Tomás encontró a su padre trabajando en la plataforma de lanzamiento a solas. Su padre parecía cansado, así que Tomás le preguntó si podía ayudar.
«Por supuesto, hijo», respondió su padre, sonriendo.
Juntos, trabajaron en la plataforma de lanzamiento, recordando todos los hermosos recuerdos que habían creado juntos. Fue en ese momento que Tomás se dio cuenta de que incluso después de que su padre se fuera, la plataforma de lanzamiento y el legado que había dejado viviría para siempre.
El juguete roto que una vez había sido el favorito de Tomás había sido transformado en algo mucho más significativo y valioso. Se había convertido en un espectáculo para la gente, y en un recuerdo precioso para Tomás y su padre. Aunque el juguete había estado roto, nunca había perdido su importancia para ellos.
Y así, cuando la gente hablaba de la plataforma de lanzamiento, siempre se referían a ella como el «Juguete roto que se convirtió en algo especial».