Érase una vez, en un pequeño pueblo enclavado en las ondulantes colinas del campo, vivía un niño llamado Tom. Tom era pobre y no tenía nada a su nombre excepto un gato pequeño y rudimentario que había rescatado de las calles. El gato, a quien Tom llamó Puss, era rudimentario y astuto, y tenía la costumbre de meterse en todo tipo de travesuras.
Un día, Tom descubrió que su familia estaba en una situación financiera desesperada y pronto se vería obligada a vender su pequeña granja para pagar sus deudas. Desesperado por salvar su hogar, Tom recurrió a Gato en busca de ayuda.
Gato, siendo el gato inteligente que era, ideó un plan. Sugirió que Tom lo llevara al castillo local, donde se decía que el rey estaba buscando un gato valiente e inteligente para librar a su reino de un temible ogro que había estado aterrorizando el campo.
Tom dudaba al principio, pero Puss lo convenció de que era la única forma de salvar su hogar. Entonces, los dos emprendieron su viaje, con el Gato a la cabeza.
Cuando llegaron al castillo, Gato se pavoneó hasta el rey y declaró que él era el gato para el trabajo. El rey, impresionado por la confianza de Gato, accedió a darle una oportunidad.
Gato emprendió su búsqueda y, con su ingenio rápido y sus garras afiladas, logró burlar al ogro en cada paso. Al final, Gato salió victorioso y el rey lo recompensó con una bolsa de oro.
Tom y Puss usaron el oro para salvar su granja y vivieron felices para siempre. Y Gato, por supuesto, siguió metiéndose en todo tipo de travesuras, pero siempre se las arregló para salir victorioso.