El fantasma del parque de diversiones embrujado. Érase una vez un parque de diversiones abandonado que había estado cerrado por muchos años. Muchos habían intentado comprarlo y hacer algo nuevo, pero ninguna oferta llegaba a buen término. La razón de esto era simple: había un fantasma en el parque.
El fantasma del parque de diversiones embrujado era una leyenda entre los niños del pueblo cercano. Decían que, si te aventurabas en el parque de noche, podías ver a un espectro con aspecto terrorífico moverse por los carruseles y las atracciones. Muchos habían tratado de verlo, pero ninguno lo había logrado.
Un día, un grupo de amigos decidieron aventurarse en el parque de diversiones embrujado, decididos a resolver el misterio del fantasma. Sus nombres eran Sofía, Javier, Ana y Diego, y eran valientes, pero no imaginaban todo lo que se les venía encima.
Los niños se encontraban en la entrada del parque, mirando hacia sus viejas atracciones, cuando escucharon unos extraños sonidos detrás de ellos. Al voltear, vieron que la puerta de entrada se había cerrado con llave y no había manera de abrirla.
—Estamos atrapados— dijo Ana, asustada.
—¡Tranquilos! Si hay algo que el fantasma no quiere, es el ruido. Estoy seguro de que si nos mantenemos en silencio, no nos hará nada —dijo Javier.
Los amigos caminaron por los pasillos del parque, mirando hacia los lados y tratando de encontrar alguna pista del fantasma. A pesar de que todos estaban asustados, Sofía y Diego estaban convencidos de que podrían resolver el misterio.
—Estamos cerca de la casa del terror, podemos tratar de escondernos allí en caso de que el fantasma aparezca —dijo Sofía.
El grupo se dirigió a la casa del terror, un lugar temido por todos los visitantes del parque por su aspecto tenebroso y la cantidad de enigmas que tenía. Sin embargo, los chicos no tenían otra opción.
Al llegar, se encontraron con una puerta cerrada, pero Javier encontró una llave en el suelo que les permitió entrar. Una vez dentro, encontraron una pequeña habitación en la que había varias sillas viejas y una mesa. Pero lo más importante era lo que se encontraba en el centro de la habitación: un libro antiguo.
—Creo que debemos leer este libro. Puede contener información importante sobre el parque funicular —dijo Diego.
Los niños empezaron a hojear el libro, y en él encontraron un mapa detallado del parque. En él se encontraba señalado un área muy especial del parque, la cual los chicos no podían ver porque aún estaba oculta. Estaba ubicada detrás de la rueda de la fortuna.
—¡Debemos encontrar la forma de llegar ahí! ¿Alguien tiene alguna idea? —preguntó Ana.
—¿Qué tal si volteamos la rueda de la fortuna? Así podríamos ver lo que hay detrás de ella —respondió Sofía.
El grupo se dirigió hacia la rueda de la fortuna y descubrieron que, aunque comenzaba a moverse, estaba muy oxidada. Decidieron hacer un esfuerzo para poder moverla, y finalmente lograron voltearla.
Detrás de la rueda de la fortuna se encontraba una entrada oculta que llevaba hacia un lugar que nadie conocía. El grupo decidió seguir el camino, a pesar de que no sabían lo que encontrarían a su paso.
Al final del túnel, se encontraron con algo extraordinario. Era una laguna hermosa, rodeada por las atracciones más impresionantes que habían visto en su vida. Pero lo más importante era que ahí, sentado en el centro de una gran montaña rusa, estaba el fantasma que tanto habían buscado.
—¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? —preguntó Sofía, sorprendida.
El fantasma, quien sorprendentemente tenía una voz tranquila y serena, les explicó que su nombre era Sam, y que había sido el dueño original del parque de diversiones. Después de muchos años, había decidido volver al parque como un espíritu para evitar que cualquiera dañara su creación.
Los niños entendieron entonces que el parque no estaba embrujado, sólo estaba protegido por Sam, quien había pasado de ser un humano a un ente sobrenatural. Los amigos le prometieron que respetarían su trabajo y que se asegurarían de que el parque siguiera siendo un lugar seguro.
Finalmente, Sam permitió que los niños se fueran del parque, después de darles un paseo en la montaña rusa. A pesar de que aún estaban un poco asustados por la experiencia, habían logrado resolver el misterio y hacer un nuevo amigo.
Desde ese día, el parque de diversiones volvió a abrir sus puertas y se convirtió en uno de los lugares más visitados de la región. Los niños que habían descubierto la verdad eran vistos como héroes, y todos los visitantes sabían que en el parque había un espíritu que velaba por su seguridad. Una leyenda había sido resuelta, y todo gracias al valor de unos niños dispuestos a resolver un gran enigma.