El fantasma del faro embrujado. Érase una vez en un pueblo marinero llamado Puerto del Carmen había un faro muy antiguo y misterioso. Era un faro muy peculiar porque nadie sabía con certeza quién lo había construido ni por qué tenía un aire tan desolado.
La gente del Puerto del Carmen se sentía incómoda al pasar por ese lugar y aún más al subir por la escalera espiral para llegar a la cima del faro, donde se encontraba el reflector. Contaban historias acerca de cómo las personas que se atrevían a subir allí a menudo escuchaban extraños sonidos y veían sombras que parecían acecharlos en la oscuridad.
Todos en el pueblo pensaban que el faro estaba embrujado y que había sido el hogar de un fantasma durante muchos años. Algunos decían que el fantasma era un antiguo vigilante del faro que murió tristemente en el salón de la planta superior. Otros decían que el fantasma fue una mujer llamada Martina, la esposa del antiguo farero que murió tratando de salvar a su mascota, un gato negro llamado Tito, de caer por las escaleras del faro.
Los más valientes del pueblo siempre desafiaban a los demás a demostrar que el faro estaba embrujado y para hacerlo montaban expediciones y acampaban en la cima para ver si en realidad el fantasma aparecía. Sin embargo, ninguno de ellos lograba ver nada y sus amigos simplemente se burlaban de ellos.
Un día, un niño llamado Tomás decidió que sería el valiente que descubriría el misterio del faro. Él era muy curioso y no creía en cuentos de fantasmas. Así que hizo una mochila con provisiones y su cámara de fotos y decidió subir al faro para pasar la noche y grabar todo lo que ocurriera durante la noche.
Subió la escalera metálica del faro sin miedo y cuando llegó a la cima, se sintió muy emocionado. Contempló los rayos del sol que se desvanecían en el mar. Tomó algunas fotos e instaló su equipo en la habitación superior donde estaba el reflector.
Mientras oscurecía, Tomás comenzó a sentirse un poco asustado. La habitación estaba ahora completamente oscura y solo se iluminaba con el resplandor de la luna que entraba por las ventanas. Pero decidió ser fuerte y como un buen aventurero se abrazó a su cámara para tomar fotos de todo lo que ocurriera.
Fue entonces cuando algo extraño sucedió, Tomás escuchó unos extraños sonidos, como si alguien estuviera moviendo cosas en la habitación. Su corazón se aceleró y comenzó a sudar frío. Se armó de valor y salió de la habitación para averiguar qué estaba pasando.
Recorrió lentamente la planta superior, intentando ser lo más silencioso posible. Pero cada vez que se acercaba a los objetos que producían los extraños sonidos, oían un ruido diferente en otro lugar de la habitación.
Finalmente, llegó a la conclusión de que la habitación estaba siendo asolada por Martina, la esposa del Farero, quien se había convertido en fantasmas. Tomás estaba emocionado ya que había descubierto que el faro sí estaba embrujado y estaba emocionado por registrarlo con su cámara de fotos. Pero al mismo tiempo poseía miedo, porque estaba solo en el faro con Martina.
De repente, las puertas de la habitación se cerraron de golpe y el faro se oscureció por completo, dejando a Tomás en total oscuridad. Comenzó a sentir escalofríos y se abrazó a su cámara, que era lo único que podía sostener y algo que lo reconfortaba.
De repente, el faro se iluminó, unas luces blancas cegadoras llenaron todo el espacio. Tomás fue momentáneamente incapaz de ver, pero cuando sus ojos finalmente se acostumbraron a la luz, lo que vio frente a él lo dejó sin palabras.
Martina estaba allí, a su lado y parecía una proyección de luz. Él se asustó y quiso correr pero la voz de Martina lo detuvo.
-“No tengas miedo, Tomás. Me llamo Martina y soy el fantasma del faro que habitó durante muchos años.”
-“¡Eres real!” – exclamo emocionado Tomás, sin poder creer que había un fantasma real en el faro.
Martina le contó historias de su vida, de cómo vivía feliz en el faro con su marido, y cómo un día, mientras descendía las escaleras, vio cómo su Tito negro caía y ella intentó salvarlo pero murió en el acto.
Tomás escuchó con atención y después de escuchar toda la historia, se dio cuenta de que él era el único que podía ayudarla a solucionar su problema y liberar su alma.
Juntos podían encontrar al gato Tito y hacer que Martina volviera a estar en paz y así pudiera dormir en paz.
Tomás y Martina buscaron por todas partes al gato Tito, pero sin éxito. La búsqueda se prolongó hasta el amanecer, y cuando el sol comenzaba a salir por el horizonte, una sombra en un quicio cercano llamó su atención.
Era el gato Tito, el cual estaba asustado y lejos de su hogar. Tomás lo llama y lo acoge en sus brazos. Al traerlo de vuelta a casa, Tomás logra liberar el alma de Martina, la cual ahora podía descansar en paz.
Desde entonces, Tomás se convirtió en un héroe en Puerto del Carmen. Contó la historia de cómo pudo liberar a la mujer fantasma del faro y la gente finalmente pudo visitar el faro sin temor.
La historia del fantasma del faro se convirtió en una leyenda popular y la gente del pueblo miró a Tomás con admiración y respeto. Desde entonces, cada vez que alguien visitaba el faro, admiraba el maravilloso lugar que alguna vez fue la casa del fantasma y lo recordaban con respeto.