El fantasma del antiguo palacio

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El fantasma del antiguo palacio
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El fantasma del antiguo palacio. Érase una vez un antiguo palacio en lo alto de una colina. Era un lugar mágico, lleno de secretos y leyendas, pero también había algo aterrador que lo acechaba: el fantasma del antiguo palacio.

Los niños de la aldea cercana solían hablar de él, susurrando historias espeluznantes mientras se escondían detrás de los árboles. Decían que el fantasma era un ser tenebroso, que vagaba sin descanso por los amplios pasillos del palacio, buscando a alguien a quien asustar. Pero también contaban que, en el fondo, era un espíritu amable que solo necesitaba un amigo.

Una tarde de primavera, la pequeña Sofía decidió subir hasta lo alto de la colina, donde se encontraba el antiguo palacio. Ella no creía en los fantasmas, pero estaba fascinada por la idea de explorar aquel lugar tan misterioso.

Al llegar, la niña descubrió que el palacio estaba en ruinas, pero aún había restos de su antigua grandeza. Recorrió las estancias vacías, imaginando cómo sería la vida en aquel lugar en otros tiempos. Y entonces, de repente, lo sintió. Un escalofrío recorrió su cuerpo, como si alguien la estuviera observando.

Al girarse, vio una figura borrosa que se desvanecía entre las sombras. Era el fantasma del palacio, y Sofía sintió que no podía moverse. Pero después, algo extraño sucedió. El fantasma no la atacó ni la hizo desaparecer, como decían los niños de la aldea. Se quedó allí, mirándola fijamente, como si esperara algo.

Sofía decidió acercarse, aunque estaba temblando. Entonces, algo increíble sucedió. El fantasma le miró a los ojos, y en ellos vio una tristeza profunda. Se acercó más, y se dio cuenta de que aquel ser tenebroso tenía una luz interior que casi se apagaba.

– ¿Quién eres? -preguntó Sofía, sin miedo.

El fantasma soltó una risa tenue, como si no hubiera oído aquella pregunta en muchos años.

– Soy el fantasma del antiguo palacio. He estado aquí desde que lo construyeron, viendo cómo llegaban y se iban muchos habitantes. Pero ninguno me ha hablado como tú lo has hecho.

Sofía sonrió, y se sentó en el suelo para escuchar la historia del fantasma. Este le habló de cómo había sido su vida en el palacio, de sus amigos y familiares que ya no estaban, y de cómo se había quedado allí para proteger el lugar que tanto quería. Pero al mismo tiempo, había una sensación de soledad y abandono que le pesaba demasiado.

La niña comprendió que el fantasma necesitaba una ayuda, una compañía que pusiera un poco de alegría en su vida gris. Así que decidió hacer algo para ayudarle.

– Mira -dijo Sofía, sacando un pedazo de papel y un lápiz-. Voy a dibujarte algo especial.

Y se puso a dibujar una enorme ventana, con cortinas de encaje y un jardín lleno de colorido. Se la mostró al fantasma, que pareció agradecido.

– Es maravillosa -dijo el espectro.

– La tienes que poner en una de las paredes del palacio, así entrará luz y color en tu hogar.

– ¿De verdad funcionará? -preguntó el fantasma, incrédulo.

– Claro que sí -dijo Sofía, sonriendo.

Así que ambos comenzaron a trabajar juntos en la ventana. Sofía se encargó de dibujarla con todo detalle, mientras que el fantasma hizo su parte, moviendo los ladrillos y haciendo el agujero necesario para colocarla.

Cuando terminaron, era como si el palacio cobrara vida de nuevo. La ventana dejaba entrar la luz y el sol, y atravesaba los pasillos llenándolo todo de colores brillantes. El fantasma estaba radiante, por fin tenía una ventana al mundo exterior.

– ¡Gracias, Sofía! -dijo, abrazándola.

– No hay de qué -respondió la niña, feliz de ver que había ayudado a su nuevo amigo.

Desde aquel día, el fantasma y Sofía se convirtieron en amigos inseparables. Cada vez que la niña subía a la colina, allí estaba el espectro para recibirle. Pasaron horas y horas hablando, contando historias y haciendo planes para el futuro.

Juntos, repararon otras partes del palacio, pusieron alfombras y levantaron cortinas. El palacio tenía vida de nuevo, gracias al empeño de dos amigos que no dejaban lugar a la tristeza.

Con el tiempo, las leyendas sobre el fantasma se acabaron. Los niños de la aldea dejaron de hablar de aquel lugar terrorífico, y comenzaron a verlo como una parte más de su granja. Y aunque nunca llegarían a averiguar la verdad sobre lo que sucedía allí, Sabían que aquella colina mágica era un lugar lleno de historia y recuerdos inolvidables.

El fantasma y Sofía se convirtieron en algo más que amigos, se convirtieron en guardianes del palacio. Pero también de la memoria de todas aquellas personas que lo habían habitado en el pasado.

Y así, el antiguo palacio volvió a ser un lugar de magia y leyenda, pero también de amistad y compañerismo. Porque algo tan bello como unió dos corazones mágicos e inolvidables.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El fantasma del antiguo palacio
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