El fantasma de la antigua iglesia. Érase una vez una pequeña ciudad en la que se encontraba una antigua iglesia abandonada. Todos los habitantes de la ciudad decían que la iglesia estaba embrujada, que el fantasma de un monje del siglo XVIII la habitaba y que, durante la noche, se podía escuchar su lúgubre lamento.
A pesar de los temores de los habitantes, un día llegó a la ciudad una familia con un niño llamado Pedro. Él no tenía miedo del fantasma de la iglesia, así que decidió explorarla para ver si realmente existía.
Una noche, Pedro decidió adentrarse en la iglesia en busca del fantasma. Salió de su casa a escondidas y se dirigió hacia la iglesia. Cuando llegó, la puerta estaba cerrada, pero él encontró una pequeña ventana por la que logró colarse.
Dentro de la iglesia, Pedro se adentró en la oscuridad, con sólo la luz de una linterna para guiarlo. Escuchó ruidos extraños y sintió el viento soplar, pero no vio nada que le hiciera pensar en la presencia del fantasma.
De repente, Pedro escuchó un susurro. Se dio la vuelta y vio a un anciano vestido con un hábito de monje, pero desde su peculiar perspectiva de niño, lo vio como un viejo amigo. El monje tenía una sonrisa amigable en su rostro y le indicó a Pedro que lo siguiera.
Así que Pedro siguió al monje, que lo llevó a través de los oscuros pasillos de la iglesia. Pronto llegaron a una sala en la que había un gran cofre. El monje le dio a Pedro una llave y le dijo que lo abriera.
Pedro, intrigado, abrió el cofre, y encontró un libro antiguo con una nota que decía: «El conocimiento es la luz que ilumina la oscuridad».
Siguiendo las palabras del monje, Pedro abrió el libro y comenzó a leer en voz alta. De repente, la habitación se iluminó y la iglesia pareció cobrar vida. Pedro vio imágenes de personas que habían vivido en la ciudad hace siglos. Vio a los antepasados de sus amigos, vio la construcción de la iglesia y su fundación.
Pedro se quedó mirando el libro durante horas, hasta que el monje lo llevó de regreso a la entrada de la iglesia y le dijo: «Guarda el conocimiento en tu corazón y compártelo con los demás. Así podrás iluminar el mundo».
Pedro nunca volvió a tener miedo del fantasma de la iglesia. En su lugar, comenzó a visitarla con regularidad para leer en el libro y recordar las historias de la ciudad y de sus antepasados. Con el tiempo, comenzó a compartir su conocimiento con los demás niños de la ciudad, y la iglesia se convirtió en un lugar de encuentro para la comunidad.
La leyenda del fantasma de la iglesia se desvaneció, y la gente comenzó a apreciar la historia de su ciudad. Pedro se convirtió en un experto en la historia local y cada vez que la gente tenía preguntas sobre la ciudad, él sabía las respuestas.
Un día, muchos años después, cuando Pedro ya era un anciano, una familia nueva se mudó a la ciudad. La historia del fantasma de la iglesia había desaparecido por completo de la memoria de la ciudad, pero Pedro decidió salir de su casa y los invitó a conocer la iglesia. Les mostró el libro y compartió con ellos la rica historia de la ciudad y de la iglesia.
Los niños de la familia, fascinados, le preguntaron a Pedro cómo había descubierto todo ese conocimiento, y él les dijo: «Un día enfrenté mi miedo y me adentré en la iglesia. Allí, conocí al espíritu de un antiguo monje que me mostró la verdad y la luz».
Y así la historia se repitió, y la iglesia se convirtió en el lugar en el que los niños de la ciudad aprendían sobre su historia y su cultura, iluminando la oscuridad y el miedo que había rodeado a la iglesia durante tanto tiempo. Y Pedro, convirtiéndose en un monumento histórico por sí sólo, se convirtió en leyenda en la ciudad.


