El cuento del loro hablador. Érase una vez, en un hermoso bosque lleno de vida, había un loro muy hablador llamado Chiriquí, al cual le encantaba hablar de todo y de todos, incluso de cosas que no eran de su incumbencia. Chiriquí siempre estaba alardeando de sus habilidades e inteligencia, y siempre trataba de ser el centro de atención.
Un día, mientras Chiriquí volaba por el bosque, escuchó a una ardilla llorando. Chiriquí voló hacia el árbol donde estaba la ardilla y le preguntó qué le pasaba. La ardilla, entre sollozos, le contó a Chiriquí que estaba muy triste porque su castor amigo se había ido de viaje y ella no lo vería en mucho tiempo.
Chiriquí, sin pensarlo dos veces, le dijo a la ardilla que no se preocupara, que él era un loro muy inteligente y que encontraría una forma de traer de vuelta a su amigo castor. La ardilla se sintió agradecida y le dio las gracias a Chiriquí por su amabilidad.
Chiriquí rápidamente voló por todo el bosque preguntándole a todos los animales si habían visto al castor. Pero, conforme pasaba el día y no encontraba al castor, cada vez se sentía más frustrado y desanimado.
Finalmente, al atardecer, cuando Chiriquí estaba a punto de darse por vencido, se topó con un zorrillo muy amable a quien le contó su problema. El zorrillo, sabiendo que Chiriquí era muy hablador, le dijo que lo acompañara a hablar con los demás animales del bosque. Juntos, encontraron a un búho sabio y amable, quien les dijo que podría ayudarlos a encontrar al castor con una simple pregunta.
-“Voy a preguntarles a los demás animales si han visto al castor. Pero antes, Chiriquí, debes aprender a ponerse en los zapatos de los demás animales. ¿Sabes lo que significa eso?”, preguntó el búho.
Chiriquí dijo que no y el búho explicó que ponerse en los zapatos de otra persona significa tratar de entender lo que otra persona siente y piensa.
Chiriquí se rascó la cabeza sin entender muy bien, pero el zorrillo lo ayudó. “¿Te acuerdas de la ardilla triste?”, le preguntó. “Imagínate cómo se sentiría si por ejemplo alguien le contara un chiste sobre el castor que acabas de buscar incansablemente. Probablemente estaría muy triste ¡y no lo ayudaría en nada!” dijo el zorrillo.
Chiriquí entendió lo que quería decir el zorrillo y se sintió apenado por no haber pensado antes en los sentimientos de la ardilla y de los demás animales.
Finalmente, el búho le hizo una pregunta a los demás animales sobre si habían visto al castor. Después de preguntarle a muchos animales y visitar muchos lugares, por fin encontraron al castor en un lago al otro lado del bosque. La ardilla estaba muy emocionada y agradecida por la ayuda de Chiriquí y de los demás animales.
Chiriquí se sentía muy feliz de haber ayudado a la ardilla a encontrar a su amigo castor. También aprendió que ponerse en los zapatos de los demás animales era importante para entenderlos mejor y ser un mejor amigo.
Desde ese día, Chiriquí comenzó a hacer conscientemente el esfuerzo de entender a los demás antes de hablar, lo que le permitió ser más amable y empático con los demás animales. La amabilidad y atención de Chiriquí con los demás animales trajo paz y armonía al bosque, y todos agradecieron su cambio de actitud y su deseo de entender y ayudar a los demás.
Así que siempre recuerda, el secreto para ser un buen amigo es ponerse en los zapatos de los demás. Todos somos diferentes y a todos nos importan cosas diferentes. Escucha con atención, trata de entender cómo se sienten y busca maneras de hacerlos sentir mejor. Ser amable y tener empatía hace del mundo un lugar más hermoso.