El cuento de la tolerancia. Érase una vez en un país muy lejano, una pequeña aldea en la que convivían personas de todas las edades, géneros, etnias y culturas. Cada día, las personas de la aldea se reunían en la plaza principal para compartir historias, juegos y momentos de alegría.
Un día, llegó a la aldea una familia de piel diferente y cabello abundante que provenía de una tierra muy lejana. Cuando las personas del lugar vieron a la familia, algunos empezaron a murmurar y señalar. No se sentían cómodos con alguien que fuera diferente y no entendían sus costumbres y tradiciones.
La familia decidió alojarse en la aldea, pero la gente de allí no era muy acogedora. Los niños y las niñas no se atrevían a jugar con los hijos de la familia nueva y sus padres no eran invitados a las reuniones de la plaza.
Sin embargo, había una pequeña niña llamada Sofía que se acercó a los hijos de la nueva familia. Sofía tenía la misma edad que ellos y rápidamente se hicieron amigos. Jugaron juntos en el río, compartieron frutas del bosque y se rieron con los cuentos que cada uno traía desde su tierra.
Sofía era muy valiente y, cuando vio que sus amigos eran dejados de lado, decidió hacer algo al respecto. Así que habló con sus padres para proponer una idea: organizar un gran juego con todos los niños y niñas de la aldea y los nuevos amigos. La idea era que el juego permitiera que todos jugaran juntos, sin importar sus diferencias.
El juego que idearon fue muy simple: cada uno de los niños y niñas tenía que traer un juguete o un objeto que tuviera un significado importante para ellos. Luego, debían intercambiar los objetos con algún otro niño o niña del grupo y contar la historia que había detrás de ese objeto. De esta manera, se podrían conocer las historias, anécdotas y tradiciones de cada uno.
El día del gran juego llegó y todos estaban muy emocionados. Las personas de la aldea se acercaron a ver cómo se desarrollaba el juego y, poco a poco, se unieron a él. Las historias que contaban los niños y niñas eran fascinantes y las risas y alegría se hacían cada vez más grandes. Al final del juego, todos los niños y niñas se dieron cuenta de que no importaba la piel, el cabello, la cultura o la edad. Cada uno de ellos era valioso y diferente y eso los hacía especiales.
Después del gran juego, las personas de la aldea se dieron cuenta del error que habían cometido al no aceptar la diversidad. Los niños y niñas habían enseñado algo fundamental: que la tolerancia y el respeto por todas las personas, independientemente de sus diferencias, son importantes.
Desde ese día, la aldea se convirtió en un lugar donde todos eran bienvenidos, donde las personas de diferentes culturas, edades y géneros trabajaban juntas para superar todos los obstáculos. La aldea se había convertido en un ejemplo a seguir para otras comunidades, enseñándoles que la diversidad era una oportunidad para aprender y disfrutar.
La familia de piel diferente y cabello abundante se quedó en la aldea y se convirtió en una de las más importantes. Las personas de la aldea aprendieron nuevas formas de cocinar, entender la música y decorar sus hogares gracias a los nuevos amigos. Y a su vez, los amigos de piel diferente y cabello abundante aprendieron mucho sobre las costumbres y tradiciones de la aldea.
Sofía siempre fue recordada como la niña que logró la inclusión en la aldea, gracias a su valentía y a su corazón generoso. Desde ese día, las personas de la aldea trabajaron juntas para crear un lugar inclusivo, lleno de amor y de respeto por la diversidad. Y aunque todavía había diferencias entre ellos, comenzaron a entender que eso era lo que los hacía especiales y únicos.
Moraleja: Todos somos diferentes, pero eso es lo que nos hace especiales. La tolerancia y el respeto por todas las personas, independientemente de sus diferencias, son importantes.