El cuento de la mariquita distraída. Érase una vez una mariquita llamada Lucía, que era muy distraída y siempre iba de prisa sin prestar atención a lo que pasaba a su alrededor. Le gustaba tanto volar que no se daba cuenta de que a su alrededor había otros animalitos que necesitaban ayuda.
Un día, mientras volaba muy rápido, chocó contra una ramita y se cayó al suelo. Se lastimó una ala y no podía volar. Lucía estaba muy triste porque no podía hacer su actividad favorita. Se acercó un caracol llamado Tito y le preguntó si necesitaba ayuda. Lucía, todavía muy triste, no quiso aceptar la ayuda de Tito y le dijo que ella podía arreglárselas sola.
Pero, mientras intentaba reparar su ala, empezó a llover. Lucía no tenía donde refugiarse, estaba completamente mojada y sintiéndose muy mal por no saber cómo hacer las cosas por sí misma. Entonces, una simpática hormiga, llamada Anna, se acercó a ella llevando una hoja grande para protegerla de la lluvia. Le preguntó a Lucía si necesitaba ayuda y si estaba lastimada. Lucía, agradecida, le contó lo que le había pasado y Anna le ofreció su ayuda.
Juntas, pusieron un vendaje en el ala de Lucía y la llevaron a su hormiguero para que pudiera descansar. Lucía, durante su convalecencia, se dio cuenta de que, a veces, necesitamos la ayuda de otros y que, en el momento en que estamos distraídos, puede ser difícil darse cuenta del dolor o necesidad de los demás.
Después de recuperarse, Lucía aprendió a ser más empática y a prestar atención a los demás. Ahora, cuando veía a alguien en dificultad, no era indiferente e intentaba ayudar en lo que podía.
Un día, un pequeño escarabajo llamado Tomás se cayó de una flor donde estaba comiendo y no podía volver a ella. Lucía recordió cómo se sintió cuando estaba lastimada y fue a ayudar a Tomás. Tomás agradeció mucho la ayuda de Lucía y le dijo que, a partir de ese momento, sabía que podía contar con ella si lo necesitaba.
Desde entonces, Lucía no sólo era más empática, sino que también había ganado nuevos amigos con quienes compartir sus aventuras. Solía volar con Tomás y conversar con Anna para aprender de las diferentes tareas que realizaban las hormigas en su comunidad.
La mariquita distraída, ahora era conocida como la mariquita amable, porque siempre estaba dispuesta a ayudar a aquellos que lo necesitaban y tenía la capacidad de ponerse en el lugar de los demás.
Lucía se dio cuenta de que al fomentar su empatía, no sólo beneficiaba a los demás, sino que también la hacía sentir bien consigo misma. Había descubierto que su círculo de amigos se ampliaba gracias a su bondad y que podía disfrutar aún más de volar libremente cuando estaba contenta con ella misma.
Así, Lucía se convirtió en la mariquita más querida del jardín, y sus amigos se sintieron muy afortunados de tenerla como compañera. Había aprendido que fomentar nuestra empatía permite hacer más amigables las relaciones interpersonales, y que es importante ofrecer una ayuda sincera cuando los demás nos necesitan.
Desde ese día, todos los animales del jardín veían en Lucía un ejemplo a seguir y la admiraban por ser alguien con un gran corazón. La mariquita amable, a su vez, seguía volando por el jardín, pero ahora había aprendido la lección más valiosa de su vida: la empatía y la amabilidad hacia los demás es lo que nos hace ser más felices y vivir en armonía con nuestro entorno.
FIN.