El cuento de la jirafa coja. Érase una vez una hermosa jirafa llamada Lila, que vivía en la sabana africana. Lila era conocida por ser la jirafa más alta y fuerte. Todas las mañanas se levantaba temprano y salía a buscar hojas tiernas y ramas frescas para alimentarse.
Un día, Lila se encontró con una jirafa coja llamada Lola. La pobre Lola había sufrido un accidente y no podía caminar muy bien. Lila sintió mucha empatía por ella, y decidió ayudarla.
Desde ese día, Lila se convirtió en la tutora de Lola, le enseñaba a buscar hojas tiernas y a desplazarse por la sabana. Lila sabía lo difícil que era tener una discapacidad y lo importante que era tener a alguien que te ayudara.
Lila y Lola se convirtieron en grandes amigas, pasaba horas y horas juntas, recorrían la sabana y compartían momentos maravillosos. La ayuda que Lila le brindó a Lola hizo que se recuperara más rápido de su lesión, y poco a poco Lola comenzó a caminar mejor.
Pero un día, Lila enfermó gravemente. Los demás animales de la sabana hicieron todo lo posible por ayudarla a recuperarse, pero nada daba resultado. Lola se preocupaba mucho por su amiga, tanto que pasaba horas a su lado velando por ella.
Un día, Lola tuvo una idea brillante. Sabía que Lila amaba las hojas de acacia, así que decidió buscar las hojas más frescas y verdes para alimentarla. Recorrió la sabana buscando las mejores hojas, y finalmente encontró un árbol con las hojas más frescas y jugosas.
A pesar de tener la pata coja, Lola se esforzó por subir al árbol y cortar las hojas que tanto le gustaban a Lila. Finalmente, regresó con las hojas en su boca y las colocó frente a Lila. A pesar de estar enferma, Lila no pudo resistirse al aroma de las hojas de acacia y se alimentó de ellas.
La acción de Lola fue tan conmovedora que todos los animales de la sabana quisieron ayudarla. Un león trajo agua fresca, un elefante trajo cañas para hacer una cama suave para Lila y una manada de cebras vigiló para asegurarse de que no llegara ningún cazador furtivo.
Lila pudo recuperarse gracias a los esfuerzos de los demás animales y a la ayuda de Lola. Y aunque Lola no era tan alta y fuerte como Lila, su corazón bondadoso hacía que fuera igual de valiosa.
Desde ese día, Lila y Lola se convirtieron en un ejemplo para toda la sabana. Mostraron que la empatía es una gran virtud y que siempre hay que ayudar a los que nos necesitan.
La experiencia de ayudar a otros había llenado a Lola de un gran sentido de satisfacción. Y después de ser la tutora de Lola y ver lo que su ayuda significó para su vida, Lila aprendió que la empatía es fundamental para una vida feliz.
Las dos jirafas seguían siendo grandes amigas y Lola recordaría por siempre el momento en que ella ayudó a Lila a recuperarse. Esa experiencia había cambiado su vida para siempre.
Desde ese día, Lila y Lola contaban la historia de su amistad a todos los animales de la sabana y les recordaban que siempre es importante ayudar a quienes necesitan nuestra ayuda. Con su ejemplo, la jirafa coja había ayudado a fomentar la empatía entre los animales de la sabana.
Y así, Lila y Lola siguieron recorriendo la sabana, ayudando a los animales necesitados, siendo grandes amigas y enseñando la importancia de ser empático. Y aunque no sabían lo que les deparaba el futuro, sabían que juntas, podrían enfrentar cualquier desafío.