El cuento de la diversidad. Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas, donde la diversidad estaba en cada rincón. Allí vivían personas de diferentes razas, culturas y religiones y, aunque eran diferentes, todas convivían felices y en armonía.
Entre ellas estaba Lucas, un niño de ojos negros y piel morena que adoraba jugar a fútbol con sus amigos, e Isabel, una niña alta de cabello rizado y piel blanca que amaba leer cuentos en su tiempo libre. Ambos eran grandes amigos y a menudo se reunían para compartir sus aficiones.
Un día, llegó al pueblo una niña llamada Galia, que se había mudado desde un país lejano y, aunque era muy amable y simpática, no hablaba el idioma del pueblo. Galia era de piel morena y cabello oscuro, sus ojos brillaban como estrellas y llevaba un vestido lleno de colores llamativos.
Lucas, Isabel y sus amigos, curiosos por conocer a Galia, se acercaron a ella para saludarla y ofrecerle su ayuda para lo que necesitara. Galia no entendía muchas de las cosas que decían, pero sí entendía los gestos y sonrisas amigables que le brindaban.
Con el pasar de los días, Galia logró hacer amigos en el pueblo y comenzó a aprender el idioma poco a poco, gracias a la ayuda de todos los habitantes del lugar. Cada vez que la veían, alguien siempre se acercaba a saludarla y a enseñarle algo nuevo.
Un día, Lucas propuso jugar un partido de fútbol, pero él y sus amigos se dieron cuenta de que Galia no sabía jugar. En lugar de no permitirla unirse al juego, decidieron enseñarle cómo se jugaba y hacerla sentir parte del grupo.
Isabel, por su parte, notó que Galia se sentía triste de no poder leer los libros que ella tenía en su casa, pues todos estaban en español. Entonces, en lugar de dejarla de lado, Isabel le prestó sus libros y le enseñó a leer en español.
Así fue como los niños del pueblo aprendieron a valorar la diversidad y la importancia de respetar las diferencias de cada uno. Descubrieron que, a pesar de ser diferentes, todos podían trabajar y jugar juntos para alcanzar un objetivo común.
Con el tiempo, Galia aprendió a hablar el idioma del pueblo y se convirtió en una de las niñas más queridas de la comunidad. Gracias a la ayuda de todos, pudo integrarse y construir amistades que trascendían la diferencia de lenguaje y de culturas.
El cuento de la diversidad enseñó a los niños del pueblo la importancia de aceptar las diferencias que existen entre las personas. Les permitió comprender que todos somos iguales en el fondo, sin importar el color de la piel, la cultura o la religión que cada uno tenga.
Y así, Lucas, Isabel, Galia y todos los demás niños del pueblo pudieron disfrutar de una vida en comunidad llena de amistad, amor y respeto por la diversidad. El cuento de la diversidad se convirtió en una enseñanza para toda la vida.