El caballo y la escalera al cielo. Había una vez un caballo llamado Rayo que vivía en un pequeño establo en medio del bosque. Rayo era un caballo muy especial porque tenía la habilidad de saltar sobre obstáculos muy altos. Los otros animales del bosque admiraban su destreza y lo veían como un gran líder.
Un día, Rayo se aburría de la rutina diaria y decidió salir a caminar por el bosque. El sol estaba en su apogeo, el canto de los pájaros se escuchaba por todos lados y los árboles se mecían suavemente con el viento. Rayo caminó y caminó, pero no encontraba nada que le llamara la atención. Al fin, llegó a una hermosa pradera y allí se detuvo.
Curioso, exploró la pradera hasta que encontró una larga escalera. Rayo no sabía por qué, pero estaba decidido a subir por la escalera. Sin pensarlo dos veces, comenzó a subir los peldaños en un lento y constante movimiento.
Después de algunos minutos de escalada, la densidad del bosque desapareció y Rayo vio una enorme puerta dorada en la lejanía. La puerta era tan alta que se elevaba por encima de las nubes. Nunca habia visto algo tan grandioso.
Rayo continuó subiendo hasta la puerta y en el camino, conoció a una serpiente, un conejo y un osito de peluche. Los animales se unieron a él, subiendo los peldaños juntos y compartiendo historias sobres su vida en el bosque.
Finalmente, el grupo llegó a la puerta y Rayo supo que allí, detrás de ella, esperaba una gran sorpresa. No pudo evitar galopar hacia ella y empujarla hacia adentro, pero lo que encontró dentro era una ciudad mágica.
Rayo y sus nuevos amigos pisaron la brillante superficie de la ciudad y vieron que todo estaba cubierto de oro y plata. La gente daba vueltas en carruajes tirados por caballos y se deleitaban con todo el esplendor que vieron.
Poco a poco, el grupo comenzó a explorar el lugar, y justo cuando se encontraban frente a un hermoso jardín, una figura sintió a Rayo y sus amigos.
Era un anciano, de aspecto sabio y lleno de bondad. Los animales se acercaron a saludarlo y fueron recibidos amablemente. El anciano prometió que, en esa ciudad, se habitaban los seres más extraordinarios de todas las especies.
A lo largo de la tarde, el anciano y sus amigos guían a Rayo, la serpiente y el conejo a la mejor parte de todo el lugar. Había una ciudad de cristal frente a ellos, una gran fuente de luz que se elevaba hacia el cielo.
Los amigos se maravillaron cuando el anciano les dijo que podían llegar allí si saltaban sobre algunas plataformas que inevitablemente los llevarían a la ciudad. Sin dudarlo un momento, el grupo comenzó a saltar sobre plataformas de una a otra.
Pero cuando se dirigían hacia la última plataforma, Rayo se dio cuenta de que estaba tan lejos que no podía saltar. Desconsolado, estaba a punto de rendirse cuando un ángel se le acercó y le tendió una pequeña escalera de plata.
«Si sube por este camino, llegarás a donde quieras», dijo el ángel con una sonrisa en su bello rostro.
Rayo se sintió inmediatamente reconfortado y asumió la escalera en sus patas fuertes. Con cuidado, subió por ella hasta llegar a la cima y descubrir que la ciudad de cristal era en realidad una grandiosa puerta dorada.
El anciano se le acercó y le susurró al oído que había logrado superar el obstáculo más grande de todos. Rayo sentía que podía realizar todo lo que quisiera, ahora era más fuerte, más rápido y más invencible que nunca.
Finalmente, el anciano le entregó una enorme medalla que ostentaba el emblema encontrar la ciudad de cristal, adornada de oro y representativa de todas las demás medallas.
Cuando Rayo regresó al bosque de donde provenía, todos lo saludaron con aplausos y música. Les contó su maravillosa aventura y sus amigos no podían creer lo valiente que había sido al participar en la expedición.
La escalera al cielo se había convertido en una leyenda, y todos los animales del bosque la recordarían por siempre. Como Rayo, tal vez otros animales tendrían la oportunidad de conocerla, probando sus habilidades y demostrando que son capaces de superar los obstáculos más grandes y brillar con todo su esplendor.