El caballo que cruzó el desierto. En el vasto y ardiente desierto, una tarde de verano, un caballo trotaba lentamente a través de la arena dorada. Su pelaje negro brillaba intensamente bajo el resplandor del sol del desierto, mientras el caballo movía sus patas con fuerza y determinación.
Este no era un caballo comun y corriente, era un caballo especial. Había sido criado con gran cuidado y amor por un hombre sabio y bondadoso, y había sido entrenado para ser el mejor caballo de carrera del mundo. El caballo amaba a su dueño y se había dedicado a él sin reservas.
Un día, el dueño del caballo recibió una carta de un hombre rico y poderoso en la ciudad vecina. El hombre quería comprar al caballo, ofreciendo una suma colosal de dinero en recompensa. El dueño pensó en la oferta por un momento, pero finalmente se negó. Sabía que el caballo era especial, y no estaba seguro de si el hombre lo trataría bien o no una vez que fuera suyo.
Pero el hombre rico no se dio por vencido. Descubrió que el caballo estaba destinado a competir en una gran carrera en la ciudad vecina y vio esto como una oportunidad para conseguir lo que quería. Le ofreció al dueño del caballo una gran cantidad de dinero para apostar por él en la carrera, y el dueño, que estaba necesitado de dinero, aceptó la oferta.
El día de la carrera llegó pronto, y el dueño llevó a su caballo al centro del circulo. El caballo estaba nervioso e inquieto, no porque temiera perder, sino porque sabía que su libertad estaba en juego.
Pero a medida que la carrera comenzó, el caballo desprotegido de todo en lo que se basaba su libertad se lanzó como un rayo. Sus patas movían tan rápido que era apenas visible para el ojo humano, y sus oídos salieron volando al viento cuando la multitud rugió.
El caballo corría tan rápido que parecía que se estaba quemando por dentro. Su corazón latía con fuerza, pero no se detenía. Continuó directo a la meta, sin importar lo que estuviera en su camino.
El caballo era tan rápido y tan fuerte que pronto dejó atrás a sus competidores. El aire quemaba sus vías respiratorias, y su corazón latía fuerte, pero no disminuyó la velocidad.
Finalmente, cruzó la meta, y la multitud enloqueció. El dueño del caballo se acercó a él para felicitarlo, pero el caballo estaba en otro mundo. Estaba agotado y sin energía, sus patas temblaban debajo de él, pero todavía mantenía una determinación inquebrantable en su cuerpo y su espíritu.
Cuando el dueño del caballo trató de llevarlo de vuelta a la ciudad, el caballo se negó a caminar junto a él. Sabía que el hombre lo había vendido a los caprichos de un hombre rico y malvado, y no quería ser parte de eso.
Así, en el último instante, el caballo se negó a rodear a la caravana y se alejó por el desierto, deseando poder recuperar su libertad.
El caballo cruzó el desierto, moviéndose a través de la arena y al borde de la muerte, durante kilómetros. Estuvo día tras día, noche tras noche, luchando por su vida. El sol y el viento lo deshidrataban y lo agotaban, pero el caballo no desistía.
Después de varios días de caminata, el caballo se tambaleó. Su pelaje brillante y negro se desvaneció y su fuerza se desvaneció a medida que se desplomaba en el suelo del desierto.
Pero algo en el caballo se negó a morir. Sabía que su verdadera casa estaba lejos del hombre que intentó comprarlo. Su determinación parecía descomunal y su espíritu resiliente.
Junto a una sombra más cercana, volvió a mover sus patas, grito con el aire agotado por las largas y duras jornadas. Sus ojos brillaron con un fuego renovado, como si algún poder mágico le hubiera sido concedido al caballo. Las sombras del desierto se unieron a la lucha del caballo y, lentamente, empezaron a crecer, y posteriormente se convirtieron en una brisa que le cruzó las patas.
El caballo levantó su cabeza para mirar, pero no encontró nada en el horizonte. Su respiración se hizo cada vez mas agitada y pesada, su piel se tornó fría de calor, y por un instante el caballo pensó que este sería su último suspiro.
Pero entonces, en un toque mágico, el poder del desierto devolvió al caballo a la vida. Sintió un impulso energético que le llenó de fuerza, y emprendió otra vez un rápido trote, cada vez más rápido. Curiosamente, su pelaje se volvió más negro de lo que había sido, y sus patas parecían moverse con un propósito aún mayor.
Al cabo de unas horas, dejó atrás el desierto, y el horizonte se tornó verde. Un río fresco y cristalino fluía debajo y una colina verde cubierta de árboles y flores se extendía ante él. En la colina había una cabaña, y el caballo supo en su corazón que esa era su verdadera casa.
El caballo entró trotando en la cabaña y vio a su dueño sentado en el pórtico, llorando de alegría. Corrió hacia él, y su dueño lo abrazó, y así encontró al fin la libertad y felicidad que siempre había buscado en el desierto.