El Búho y el Príncipe de las Estrellas. Érase una vez un pequeño búho que vivía en lo alto de un árbol. El búho era un animal muy sabio y pasaba la mayor parte del día enseñando a los demás animales todo lo que sabía. Pero aunque era muy feliz en su hogar, siempre soñaba con ver las estrellas.
Una noche, mientras el búho observaba el cielo oscuro lleno de estrellas, se dio cuenta de que una de ellas era especial. Esta estrella brillaba más que las demás y parecía estar hablándole. Así que el búho decidió seguirla.
La estrella lo llevó a través del bosque, por encima de las colinas y a través de los valles. Finalmente, llegaron a un gran palacio dorado en lo alto de una montaña. Allí, el búho conoció al príncipe de las estrellas.
El príncipe de las estrellas era un ser mágico muy poderoso. Era la persona más bondadosa que jamás habría conocido el búho, y le preguntó qué lo había llevado hasta allí. El búho explicó que siempre había querido ver las estrellas de cerca y que la estrella especial había parecido hablar con él.
Aunque estaba un poco sorprendido, el príncipe sonrió y le dijo al búho que tenía un regalo para él. Entonces, le entregó un par de alas mágicas, para que pudiera volar por el cielo como lo hacen las estrellas. El búho estaba encantado y agradecido, así que se prometió a sí mismo que nunca olvidaría la bondad del príncipe.
Con sus nuevas alas, el búho voló por el cielo, maravillado por lo que veía. Observó la belleza de las constelaciones y la magnífica Vía Láctea. También vio otros lugares mágicos y encantados que nunca antes había visto. Pero aunque estaba disfrutando del espectáculo, no podía evitar preguntarse qué le depararía el futuro.
Una noche, mientras volaba por el cielo, el búho escuchó un grito de ayuda. Era un pájaro al que un cazador había atrapado en una trampa. El búho se acercó volando y le ofreció ayuda. Con sus habilidades mágicas, deshizo la trampa y liberó al pájaro.
El pájaro, agradecido, le preguntó al búho si estaba dispuesto a ayudarle en una misión muy importante. Le contó que la reina de las hadas había sido secuestrada por un dragón malvado y necesitaban alguien que rescatara la reina de las hadas.
El búho aceptó sin dudarlo. Con sus alas mágicas, voló hacia la guarida del dragón para rescatar a la reina. El dragón era muy poderoso, pero el búho sabía cómo usar sus habilidades mágicas. Con un grito fuerte, llamó la atención del dragón y lo llevó a la luna, donde lo mantuvo hasta que la reina fue liberada.
La reina de las hadas estaba muy agradecida y le ofreció al búho una bolsa llena de polvo de estrellas. Este polvo le permitiría hacer realidad cualquier deseo. El búho quería viajar por el mundo y conocer a una gran cantidad de animales diferentes, así que cuando regresó a su hogar, usó el polvo de estrellas para crear un globo mágico que lo llevaría a todos los rincones de la tierra.
El búho visitó a los animales más raros y hermosos, incluyendo al majestuoso tigre blanco de Siberia y a los osos polares en el Ártico. También visitó pequeños pueblos en el sur de América, donde pudo disfrutar de nuevas comidas y costumbres. El búho se dio cuenta de que el mundo era un lugar mucho más grande de lo que jamás había imaginado.
Pero a pesar de todo lo que vio y experimentó, el búho nunca olvidó su casa en el árbol, donde había comenzado su viaje. Regresó allí con un gran amor por el mundo y todas las criaturas que lo habitan. Y cada noche, cuando observaba el cielo lleno de estrellas, se acordaba del príncipe de las estrellas y del regalo que le había dado.
Un día, el búho escuchó un sonido extraño debajo de su árbol. Al mirar hacia abajo, vio a un pequeño búho temblando de miedo. El búho mayor se acercó y se presentó, ofreciéndole al pequeño refugio bajo sus alas protectoras.
Años después, los dos búhos, uno mayor y el otro joven, pasaron juntos días y noches sin fin hablando del mundo y de lo diferentes que eran las cosas en todos los lugares que habían visto. Y aunque el búho mayor estaba enseñando al pequeño todo lo que sabía, aprendió mucho de su amigo joven.
Juntos, los búhos observaban las estrellas en el cielo y recordaban la aventura increíble que había cambiado sus vidas para siempre. Y mientras el sol se ponía en el horizonte, se daban buenas noches y esperaban hasta la siguiente noche, ansiosos por seguir soñando y explorando todo lo que la vida tiene por ofrecer.