El Búho en la Tierra de los Murmullos

Tiempo de lectura: 5 minutos

El Búho en la Tierra de los Murmullos
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El Búho en la Tierra de los Murmullos. Érase una vez en la Tierra de los Murmullos, donde todas las criaturas hablaban en voz baja para no distraer al rey, vivía un joven búho llamado Héctor. Héctor era un búho especial, tenía un plumaje brillante y ojos grandes y oscuros que iluminaban su rostro como dos faros brillantes.

Sin embargo, Héctor se sentía triste y solitario. Él era diferente al resto de los búhos de su especie, a quienes les encantaba pasar horas escuchando las charlas políticas del rey y sus consejeros. Mientras que a Héctor le gustaba observar las estrellas, leer historias y soñar con aventuras.

Un día, Héctor decidió aventurarse más allá de las fronteras de la ciudad del rey y emprender un viaje hacia lo desconocido. Así que, empacó algunas provisiones, agudizó sus sentidos y se marchó en la noche hacia el bosque oscuro.

Mientras caminaba por el bosque, se encontró con muchas criaturas que veía por primera vez, unas eran amigables, pero otras se miraban amenazadoramente. Héctor no dejó que el miedo le paralizara y continuó explorando hasta que llegó a una cabaña abandonada.

Héctor decidió descansar un rato y mientras estaba allí, escuchó un suave murmullo que venía de una pequeña ventana en la parte superior de la cabaña. Era una voz temerosa y trémula que le pedía ayuda.

Héctor, sin pensarlo dos veces, voló hacia la ventana para ver quién hablaba. Fue entonces cuando descubrió a una hermosa mariposa atrapada en una telaraña. La mariposa parecía estar en un gran peligro, y Héctor sabía que tenía que hacer algo para ayudarla.

A pesar de que Héctor no era bueno rompiendo la norma de no ayudar á ninguna criatura, decidió que el peligro que acechaba a la mariposa era mayor que lo que significaba romper la ley. Héctor tomó una rama corta y comenzó a cortar cuidadosamente la red que envolvía la pobre mariposa.

Después de varios minutos de trabajo, Héctor logró liberar al hermoso insecto y la dejó volar en libertad. La mariposa estaba muy agradecida y le prometió a Héctor que le devolvería el favor algún día.

Héctor continuó explorando la Tierra de los Murmullos y pronto llegó a la Montaña de Hielo. Era un lugar helado, pero decorado con cristales brillantes que lo hacían aún más hermoso. A medida que se acercaba a la montaña, Héctor notó que un grupo de pingüinos estaba atrapado en un río congelado.

Héctor no dudó en actuar y decidió ayudar a los pingüinos, pero ¿cómo lo haría? Él era un búho y no sabía nadar. Sin embargo, recordó cómo su padre, quien era un búho sabio, le había enseñado una técnica para crear una plataforma de hielo para caminar sobre ella.

Héctor siguió las instrucciones y comenzó a hacer una gran tabla de hielo debajo de los pingüinos. Con su ayuda, los pingüinos lograron cruzar el río congelado y estar a salvo de nuevo en la tierra firme.

Héctor ahora estaba agotado, y luego de un rato de descanso, decidió regresar a la ciudad del rey. Sin embargo, al acercarse a la ciudad, se encontró con una sorpresa. El rey había ordenado a todos sus súbditos que buscaran y trajera al famoso búho brillante.

Héctor, al principio, se sintió muy orgulloso al darse cuenta de que se referían a él, pero pronto se sintió desilusionado por saber que solo lo querían por su belleza. Así que, aprovechando la oscuridad de la noche, escapó de la ciudad y regresó a la cabaña abandonada que había encontrado antes.

Cuando llegó, encontró a sus amigos la mariposa y los pingüinos. Estaban muy contentos de verlo y agradecidos por todo lo que había hecho por ellos. Decidieron descansar juntos y Héctor finalmente encontró la tranquilidad y la felicidad que había estado buscando.

Al final, Héctor aprendió que lo importante no es ser famoso o belleza, sino hacer el bien y ayudar ver una sonrisa en la cara de otros. Y aunque regresó a la ciudad del rey, su hogar era el bosque y la cabaña abandonada, donde era aceptado y valorado por quiénes él era y no por su belleza o status. Desde entonces, Héctor aprendió a escuchar más, a ser más observador y no juzgar sin antes tener todos los datos, pues muchas veces las cosas no son lo que parecen. Héctor aprendió a amar más.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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