Érase una vez una niña llamada Caperucita Roja que vivía en un pequeño pueblo con su madre y su padre. Caperucita Roja era conocida por su capa roja brillante que su abuela le había hecho.
Un día, la madre de Caperucita Roja le pidió que le llevara una canasta de golosinas a su abuela que vivía en una pequeña cabaña en lo profundo del bosque. Caperucita Roja estaba emocionada de visitar a su abuela, pero su madre le advirtió que tuviera cuidado y no hablara con extraños.
Caperucita Roja emprendió su viaje, saltando y cantando a medida que avanzaba. Pronto se encontró con un lobo que le preguntó a dónde iba. Caperucita Roja, recordando la advertencia de su madre, no respondió al lobo y en su lugar le preguntó qué hora era. El lobo, siendo astuto, le dijo a Caperucita Roja el momento equivocado para retrasarla.
Caperucita Roja siguió su camino, pero la loba tomó un atajo y llegó a la casa de su abuela antes que ella. Cuando Caperucita Roja llegó a la cabaña, se sorprendió al encontrar la puerta ya abierta. Entró y vio al lobo acostado en la cama de su abuela, vestido con su ropa.
Caperucita Roja, siendo ella misma inteligente, se dio cuenta de que el lobo no era su abuela y salió corriendo de la cabaña. El lobo, hambriento, persiguió a Caperucita Roja, pero ella fue demasiado rápida para él. Regresó corriendo a su pueblo y les contó a su madre y a su padre lo que había sucedido.
Los aldeanos se unieron y decidieron construir una valla alta alrededor del bosque para mantener alejado al lobo y protegerse. A partir de ese día, Caperucita Roja y los demás aldeanos vivieron felices y seguros en su aldea.