La niña que construyó la justicia. Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas vivía una niña llamada Ana. Ella era muy curiosa y siempre tenía muchas preguntas acerca de todo lo que pasaba a su alrededor.
Un día, mientras caminaba por el pueblo con su amiga Sophie, notó que algunas personas eran tratadas de manera diferente por los demás. Ana se preguntaba por qué algunas personas no eran tratadas con igualdad o por qué algunas tenían menos oportunidades que otras.
Esa noche, mientras estaba en su casa, decidió que tenía que hacer algo para cambiar la forma en que las personas eran tratadas en su pueblo. Ana sabía que no podía hacerlo sola, pero estaba decidida a lograrlo con la ayuda de su comunidad.
La mañana siguiente, Ana envió una invitación a todos los niños y niñas del pueblo para que se reunieran en su casa esa tarde. Les pidió que trajeran todas sus ideas, preguntas y sugerencias sobre cómo podían hacer que las personas fueran tratadas con igualdad.
Cuando llegaron todos los niños y niñas del pueblo, Ana comenzó a hacer preguntas. Les preguntó si habían notado que algunas personas eran tratadas de manera diferente, les preguntó si sabían por qué y les preguntó qué podían hacer para asegurarse de que todos fueran tratados de manera igualitaria.
Juntos, los niños y niñas idearon muchas ideas; algunas de ellas incluían organizar una marcha, pintar murales en las paredes del pueblo, escribir cartas al presidente del país, y hablar con los adultos acerca de la importancia de tratar a todas las personas con igualdad y respeto.
La siguiente semana, Ana y su equipo comenzaron a realizar sus ideas. Mientras marchaban por las calles del pueblo, iban cantando canciones sobre la igualdad. Luego, comenzaron a pintar murales en las paredes del pueblo y escribir cartas al presidente del país.
Al principio, algunos adultos miraban con desconfianza las actividades de los niños y niñas, pero después de escuchar sus ideas y ver el esfuerzo que estaban haciendo para lograr la igualdad, comenzaron a apoyarlos.
La mayoría de las personas desconocían que estaban tratando a algunos de sus vecinos de manera diferente solo porque eran diferentes a ellos. Pero gracias al compromiso y esfuerzo de los niños, el pueblo comenzó a comprender lo importante que es tratar a todas las personas de manera igual, sin importar su género, raza, origen o estatus social.
La comunidad comenzó a trabajar junta para crear una sociedad más justa e igualitaria. Todos los niños y niñas de la comunidad comenzaron a ayudar a las personas con necesidades especiales para que pudieran disfrutar del pueblo igual que el resto. Los adultos comenzaron a trabajar juntos para crear más oportunidades y trabajos para las personas que no las tenían.
Ana estaba llena de dicha, porque su pequeño pueblo ahora se destacaba por su inclusión y respeto por la diversidad. Todos los vecinos ahora entendían que todas las personas son iguales y merecen ser tratadas con dignidad y respeto.
La niña que construyó la justicia se convirtió en un símbolo en su pueblo, donde las personas comenzaron a aprender a valorar la diversidad y a trabajar juntos para crear una sociedad más igualitaria. Ana supo que nunca más permitiría que las personas fueran tratadas de manera diferente solo por ser diferentes y que seguiría luchando para defender la justicia y la igualdad en su comunidad.
Desde entonces, Ana es conocida como la niña que construyó la justicia, un recordatorio de que cualquier persona, incluso los niños, pueden hacer una gran diferencia en el mundo si están dispuestos a luchar por lo que es correcto.