El Ratón y el Laberinto de Quesos. Érase una vez, en un remoto lugar llamado Quesolandia, vivía un pequeño ratón llamado Ratoncito. Ratoncito era muy travieso y le encantaba jugar y buscar quesos por todas partes.
Sin embargo, un día Ratoncito se encontró con un gran problema: se había metido en un laberinto de quesos y no podía encontrar la salida. Por más que buscaba, no encontraba la manera de escapar de aquel laberinto.
Desesperado y asustado, Ratoncito comenzó a llorar. Pero entonces apareció el sabio Laberintín, quien le preguntó qué le ocurría. Ratoncito le explicó su problema, y Laberintín le dijo:
– No te preocupes, Ratoncito, yo te ayudaré. Te voy a dar algunos consejos para que puedas salir de aquí.
Laberintín le dijo a Ratoncito que debía seguir una serie de pistas para encontrar la salida del laberinto. Primero, debía buscar el punto más alto del laberinto, donde esperaría a la luna llena. En ese lugar, Ratoncito encontraría un mapa que le llevaría a la salida.
Ratoncito, emocionado, siguió las instrucciones de Laberintín y comenzó a buscar el punto más alto del laberinto. Después de muchas horas de búsqueda, Ratoncito finalmente llegó al punto más alto, donde esperó a la luna llena.
Finalmente, la luna llena apareció en el cielo nocturno, y Ratoncito encontró el mapa que Laberintín le había prometido. Siguiendo el mapa, Ratoncito pudo encontrar la salida del laberinto de quesos y regresar a su hogar en Quesolandia.
Desde ese día, Ratoncito decidió que nunca volvería a meterse en un laberinto sin antes planear su escapada. Y así termina la historia del laberinto de quesos y de cómo Ratoncito aprendió a ser más astuto y precavido en sus aventuras.