La casa encantada del fantasma alegre

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La casa encantada del fantasma alegre
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La casa encantada del fantasma alegre. Érase una vez una pequeña aldea en medio de un bosque. En la aldea, había una casa que se decía que estaba encantada por el fantasma alegre. La gente decía que el fantasma alegre era un espíritu travieso que hacía bromas y travesuras en la casa encantada.

Los niños de la aldea solían correr cerca de la casa encantada, riendo y gritando mientras intentaban asomarse por las ventanas. Sin embargo, los adultos de la aldea les advertían que no se acercaran demasiado, porque el fantasma alegre podría hacerles una broma.

Un día, un grupo de niños decidió aventurarse en la casa encantada del fantasma alegre para comprobar si era cierto que había un fantasma en la casa. Los niños entraron en la casa, temblando de miedo y respirando con dificultad. Cuando entraron en la habitación principal, vieron algo inesperado. El fantasma alegre estaba allí, pero no parecía asustado. En cambio, sonreía amablemente y se acercaba a ellos.

«¡Hola, niños!», dijo el fantasma alegre. «¿Estáis aquí para visitar mi casa encantada?»

Los niños se miraron entre sí, sorprendidos por el amable saludo del fantasma. Uno de ellos, un niño valiente llamado Tomás, decidió hablar con el fantasma.

«¿Eres tú el fantasma alegre?», preguntó Tomás. «La gente dice que haces bromas y travesuras en esta casa.»

El fantasma alegre sonrió de nuevo. «¡Eso es cierto!», dijo. «Me gusta hacer bromas y travesuras, pero siempre intento hacer reír a la gente en lugar de asustarla.»

Los niños se relajaron un poco al oír eso. De repente, dejaron de temblar y comenzaron a reír. El fantasma alegre hizo una mueca y les preguntó: «¿Queréis que os cuente una historia?»

Los niños asintieron con entusiasmo, así que el fantasma alegre comenzó su historia. Les contó sobre su vida como un niño humano normal que amaba hacer bromas y hacer reír a la gente. Cuando murió, se convirtió en un fantasma, pero decidió que siempre seguiría siendo el mismo niño divertido que había sido antes.

Los niños escucharon con atención la historia del fantasma alegre, riendo y asintiendo con la cabeza mientras hablaba. Finalmente, cuando terminó la historia, decidieron que el fantasma alegre no era tan malvado después de todo.

«¡Eres divertido, fantasma alegre!», dijo Tomás. «¿Te gustaría jugar con nosotros?»

El fantasma alegre asintió con entusiasmo. Juntos, los niños y el fantasma alegre jugaron en la casa encantada. El fantasma alegre divirtió a los niños con sus bromas y trucos, pero siempre se aseguró de que nadie resultara herido o asustado.

Al final del día, los niños se despidieron del fantasma alegre y volvieron a sus hogares en la aldea. Cuando les preguntaron a sus padres si habían visto al fantasma, los niños les dijeron que el fantasma era en realidad un ser divertido y amable.

Los adultos de la aldea no estaban seguros de qué pensar de la historia de los niños, pero decidieron que si los niños no tenían miedo del fantasma alegre, entonces no podía ser tan malo. Pronto, los adultos comenzaron a visitar la casa encantada también, sintiéndose libres de hacerlo ahora que sabían que no había nada que temer.

Así, la casa encantada del fantasma alegre se convirtió en un lugar de diversión y risas. La gente comenzó a visitarla regularmente y el fantasma alegre se ganó muchos amigos. Los niños no tenían miedo de correr cerca de la casa, sabiendo que su amigo el fantasma alegre estaría allí para recibirlos con una sonrisa.

Y así, aunque la casa seguía siendo encantada por el fantasma alegre, la gente comenzó a verla como un lugar de alegría y felicidad, en lugar de un lugar de miedo. Y todos se dieron cuenta de que el fantasma alegre era un ser divertido que simplemente quería hacer reír a la gente.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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