El fantasma del antiguo castillo. Érase una vez, en un antiguo castillo, un fantasma que rondaba por los pasillos oscuros de la noche. Este fantasma era muy solitario y triste, ya que no tenía a nadie con quien hablar o jugar. Los criados del castillo se habían ido hace mucho tiempo, dejando al fantasma solo en su morada.
El castillo estaba en lo alto de una colina, rodeado de bosques y ríos. Las ventanas del castillo eran grandes y antiguas, y las puertas estaban cerradas con llave. Nadie que pasara cerca del castillo se atrevía a acercarse, porque se decía que el fantasma del castillo asustaba a todos los visitantes.
Un día, una niña llamada Ana, que vivía en la aldea vecina, decidió investigar el misterio del fantasma que habitaba en el castillo. Ana era muy valiente, así que se dirigió hacia el castillo sin ningún temor. Al llegar al castillo, encontró una puerta trasera que estaba abierta. Ana, con mucho cuidado, entró al castillo.
El castillo, a pesar de ser viejo y abandonado, era muy hermoso. Había grandes salas de decoración, habitaciones impresionantes y una escalera de mármol que conducía a los niveles superiores. Ana estaba asombrada por todo lo que veía, pero el tema del fantasma seguía intrigándola.
Finalmente, Ana encontró al fantasma. Estaba sentado en una de las habitaciones del castillo, con la cabeza gacha y triste.
«¡Hola!» dijo Ana, entrando en la habitación. El Fantasma levantó la cabeza y asombrado por su comportamiento saludó de vuelta.
Tímido, el Fantasma preguntó: «¿Por qué estás aquí, pequeña?»
«Quería conocerte», respondió Ana. «Sé que la gente tiene miedo de ti, pero yo no. Quería estar contigo».
El Fantasma sonrió, la verdad es que estaba encantado de tener compañía después de tanto tiempo y preguntó si quería jugar con él. Ana aceptó de inmediato. Durante horas jugaron juntos a juegos divertidos, como las escondidas, contándose historias, enseñándole auténticos juegos inventados por ella. La pasaron muy bien juntos.
Pero antes de irse, Ana le prometió al Fantasma que volvería a visitarlo al día siguiente. Cuando se fue, el Fantasma se sintió muy feliz por haber hecho un amigo por primera vez en su vida.
Al día siguiente, Ana volvió al castillo, y como en la jornada anterior se divirtieron juntos a juegos y contando cuentos maravillosos. Ana comenzó a sentir compasión por el Fantasma. Sabía que él estaba solo y triste. Así que se le ocurrió una idea.
«¿Por qué no sales del castillo conmigo?» preguntó Ana. «Podríamos explorar el bosque juntos».
El Fantasma dudó. ¿Y si alguien lo veía y se asustaba? Pero Ana lo convenció, asegurándole que ella siempre estaría a su lado.
Así, salieron del castillo juntos y caminaron hacia el bosque. El Fantasma estaba asombrado por la belleza de la naturaleza, pero tenía miedo de ser visto por alguien. Ana lo tranquilizó y lo abrazó, asegurándose de que el Fantasma se sintiera seguro con ella.
Juntos, exploraron el bosque durante horas, y el Fantasma se dio cuenta de que el mundo fuera del castillo era asombroso y lleno de amigos. Ana se convirtió en la amiga más leal que el Fantasma pudo desear.
Desde ese día en adelante, Ana visitó al Fantasma en el castillo todas las semanas. Juntos jugarían, leerían historias y explorarían el paisaje circundante. El Fantasma ya no se sentía solo y triste, ahora tenía a Ana a su lado.
Las personas del pueblo cercano nunca supieron de la existencia del Fantasma en el castillo. Pero la amistad especial entre Ana y el Fantasma cambió para siempre la vida solitaria del Fantasma, dándole la compañía que tanto necesitaba.
Y así, todos vivieron felices para siempre en el castillo encantado, gracias a la valentía y compasión de una niña joven, que encontró la belleza y amistad con El Fantasma del antiguo castillo.