El fantasma del viejo hospital. Érase una vez, en un viejo y abandonado hospital, un fantasma que vagaba por los pasillos en busca de compañía. Era un fantasma bueno, pero triste, pues llevaba muchos años en ese lugar sin que nadie lo visitara ni se acordara de él.
Un día, llegó al hospital una niña llamada Sofía, quien estaba siendo tratada por una enfermedad en sus pulmones. Sofía se sintió un poco asustada al principio, porque había oído hablar del fantasma del viejo hospital, pero pronto se dio cuenta de que no tenía nada que temer. El fantasma, que había sentido la presencia de la niña, se acercó a ella con mucho cuidado para no asustarla.
– Hola, pequeña –dijo el fantasma con voz suave-. ¿Estás sola?
– Sí –respondió Sofía-. Mis padres me visitan a menudo, pero no están aquí. ¿Eres el fantasma del hospital?
– Sí, soy yo –dijo el fantasma con una triste sonrisa-. Llevo mucho tiempo aquí, esperando a alguien que me hable. Me encanta conocer gente nueva.
– Entonces podemos ser amigos –dijo Sofía con una gran sonrisa-. Yo también quiero tener un amigo aquí.
A partir de ese momento, Sofía y el fantasma del hospital se convirtieron en grandes amigos. El fantasma le mostraba todos los rincones del hospital, le contaba historias sobre los pacientes que habían estado allí antes y se aseguraba de que nunca se perdiera. Juntos, pasaban tardes enteras jugando, cantando y contándose secretos.
Pero un día, Sofía se sintió muy triste porque algunos de sus amigos del colegio se burlaban de ella por estar enferma y tener que estar en el hospital. El fantasma, al notar la tristeza de su amiga, decidió hacer algo especial para animarla.
– Sofía, quiero mostrarte algo –dijo el fantasma con una enorme sonrisa-. Sígueme.
El fantasma llevó a Sofía hasta una habitación en la que nunca había entrado antes. Allí se encontraban muchos juguetes, juegos y peluches, que el fantasma había recogido durante los años que había estado en el hospital.
– Esta habitación es mi tesoro –dijo el fantasma-. Aquí tengo todo lo que he encontrado por el hospital y por la ciudad, como peluches, juegos y libros. Pero lo más importante, son tus amigos.
Sofía se sorprendió al ver tantas cosas divertidas. No podía creer que su amigo fantasma hubiera hecho tanto por ella. Sin embargo, le faltaba algo.
– Me encanta todo, pero no tengo mucho para hacer en mi cama –dijo Sofía tristemente.
– ¡Ah! Eso no es un problema, mi amiga –dijo el fantasma antes de desaparecer por unos minutos. Cuando volvió apareció con un montón de alas de ángel para la cama de Sofía-. Estas son las alas que he conseguido en mi tiempo aquí. Son especiales, porque dicen que si las tienes puestas mientras duermes, te protegen de todas las enfermedades. Ahora podrás dormir tranquila y estarás a salvo.
Sofía se conmovió con el gesto de su amigo y los dos se abrazaron fuertemente. Desde ese día, Sofía se sintió mucho mejor y más feliz en el hospital, porque sabía que no estaba sola. El fantasma del hospital había hecho todo lo posible para evitar que se sintiera mal mientras estaba allí y habían creado una amistad muy especial.
Cuando llegó el día en que Sofía por fin pudo salir del hospital, el fantasma del viejo hospital se quedó un poco triste, pero se alegró por su amiga. Nunca la olvidaría y siempre estaría allí para ella si alguna vez regresaba.
De vuelta en casa, Sofía contó todo lo que había vivido y descubierto en el hospital. Les contó a todos sobre su amigo fantasma, las historias de la habitación del tesoro y las alas de ángel especiales. La gente comenzó a visitar al hospital para ver la habitación del tesoro y las alas de ángel en la cama de Sofía se volvieron muy populares entre los niños del lugar. Gracias a Sofía y su amigo Fantasma, el viejo hospital volvió a tener vida y era recordado por ser un lugar especial y mágico.
Años después, cuando Sofía creció, volvió una vez más al hospital y se reunió con su amigo. Aunque la habitación del tesoro se había ido y los juguetes habían sido donados a los niños del área, las alas de ángel todavía estaban en la cama en la que Sofía se había quedado. Ella sonrió al recordar los buenos momentos que tuvo con su amigo, el Fantasma del hospital, y prometió volver a visitarlo pronto para recordar los viejos tiempos.


