La Sirena de la Bahía de la Luna

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La Sirena de la Bahía de la Luna
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La Sirena de la Bahía de la Luna. Érase una vez en una pequeña bahía de la costa, en un lugar que la gente llamaba Bahía de la Luna, vivía una sirena llamada Marina. Ella nadaba en el agua cristalina todos los días y cantaba las más hermosas canciones que nadie nunca había oído antes.

Marina tenía una voz dulce y melodiosa que inmediatamente atraía a los animales marinos, además ella siempre les daba aliento y les cantaba para que se sintieran mejor, especialmente a aquellos que estaban heridos o enfermos como los peces enfermos, las almejas tristes, los cangrejos que se habían lastimado y todas las demás criaturas del mar.

Marina conocía todos los secretos del mar, sabía cuándo era el mejor momento para buscar comida, cuáles son los peligros que se esconden en los arrecifes y cómo evitarlos, y cuál sería el mejor camino para encontrar a los amigos del mar.

Un día, Marina vio a una pequeña niña de la costa que estaba sentada junto a la orilla, llorando. La niña tenía lágrimas en los ojos y su rostro reflejaba tristeza. Marina se acerco a la niña y con su dulce voz le preguntó:

– Hola, pequeña, ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando?

La niña, sorprendida por la aparición de la sirena, le respondió:

– Estoy triste, perdí mi collar favorito en el agua y ahora no lo encuentro.

Marina, conmovida por la tristeza de la niña, decidió ayudarla a buscar el collar. Enseguida convocó a su amigo el delfín y juntos buscaron por todo el mar. Finalmente, después de un largo rato, encontraron el collar en una pequeña cueva escondida detrás de las rocas y un poco más allá del arrecife.

La niña, muy feliz, recogió su collar, agradeció a Marina y grabó en su memoria el cuidado y la amabilidad que había recibido de la sirena.

La noticia se esparció rápidamente por la costa y pronto toda la gente de la ciudad sabía de la sirena que vivía en la bahía de la luna, una sirena amable y bondadosa que amaba el mar y que siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Pronto la bahía se convirtió en un lugar muy visitado, especialmente por la gente que quería escuchar a la sirena cantar. Marina no tenía ningún problema en dejar que la gente la escuche, ella amaba compartir sus canciones y su alegría con todos.

Entre los visitantes de Bahía de la Luna, había un pequeño niño llamado Juan. A él le gustaba pasar tiempo en la playa y sentarse en la orilla para escuchar la canción que Marina cantaba todas las tardes. Cada tarde, justo cuando el sol se ponía y la luz del día comenzaba a disminuir, Juan se subía a la roca más alta que encontraba y escuchaba enamorado la hermosa melodía que la sirena entonaba.

Marina escuchaba con atención la historia de Juan todos los días. El pequeño le contaba sobre sus sueños de navegar por todo el mundo, alcanzar las estrellas, y tener un barco propio. Marina, con una sonrisa, lo escuchó muy atentamente y lo alentaba para que persiguiera sus sueños y nunca dejara de creer en sí mismo.

Un día, Juan le preguntó a Marina:

– ¿Por qué eres tan amable y bondadosa con todos los que conoces?

Marina le respondió:

– Una vez, mucho tiempo atrás, un pescador me encontró atrapada en una red, tenía tanto miedo de no poder liberarme y pensé que moriría así. Pero, inmediatamente después, él me salvó y me ayudó a recuperar la fuerza. Desde ese momento, decidí que dedicaría mi vida a ayudar a todos aquellos que pudiera encontrar. Y así, aprendí que todos debemos ayudarnos unos a otros y que el amor y la bondad pueden hacer toda la diferencia.

Finalmente, Juan creció y se convirtió en el capitán de su propia nave, viajando por todo el mundo y viviendo sus sueños, y Marina siempre estuvo a su lado, aunque sólo podía hacerlo a su manera, pero Juan sentía que la sirena le hablaba desde lo más profundo del mar cada vez que se sentía triste o solo.

Aquellos que vivieron en la costa siempre recordaron a la sirena de la Bahía de la Luna, como un ser amable que les alegraba el día y que les enseñó lo importante que es el amor y la amistad. Y Marina siguió nadando en su mar cristalino, cantando sus hermosas melodías a los animales marinos y a todos aquellos que la escuchan y le prestan atención, como una luz de felicidad eterna en el mundo del mar.

Fin.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La Sirena de la Bahía de la Luna
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