El Monstruo del Laberinto de la Desesperación. Érase una vez un Monstruo que habitaba en un laberinto muy especial. Este laberinto estaba rodeado de una espesa niebla que hacía que los demás monstruos no se acercaran a él. La única forma de entrar en el laberinto era a través de un largo camino que serpenteaba cerca de él, pero que estaba protegido por gigantescas rocas y muros imposibles de escalar.
El Monstruo del Laberinto de la Desesperación era muy temido por todos. Había vivido tanto tiempo allí que nadie sabía de dónde venía o cómo había llegado a ese lugar. Lo único que se sabía era que su presencia causaba un gran temor en la gente. La leyenda decía que si alguien se atrevía a entrar en su laberinto, nunca saldría de él.
Una noche, un niño llamado David se perdió en los bosques cercanos al laberinto. Buscando un camino de regreso, se topó con él. David no sabía de la existencia del laberinto, ni del monstruo que lo habitaba, pero sintió un gran miedo al estar cerca de él. Trató de huir, pero al hacerlo se encontró aislado en medio de la niebla y sin saber dónde estaba.
Fue entonces cuando el Monstruo del Laberinto lo encontró. David intentó huir de él, pero el Monstruo era enorme y muy rápido. Así que David se detuvo y miró al monstruo a los ojos. Al verlo, se dio cuenta de que sus ojos eran tristes, y de que parecía sentir una gran soledad dentro de sí.
David decidió que no quería huir del monstruo, sino más bien conocerlo. Envalentándose, y con su corazón latiendo fuerte y rápido, se acercó al monstruo y le preguntó su nombre.
“Mi nombre es Zombi”, dijo el monstruo. “Soy el Monstruo del Laberinto de la Desesperación”.
David no podía creer que hubiera hablado con un monstruo y mucho menos con el Monstruo del Laberinto de la Desesperación. Pero decidió seguir adelante con su plan y le preguntó a Zombi por qué había pasado tanto tiempo en el laberinto.
“Fui desterrado”, dijo Zombi. “Nadie quería estar cerca de mí. Y cuando entré en este laberinto, no encontré la salida. Ahora me siento atrapado aquí”.
David se sintió muy triste al escuchar todas estas palabras. Se acercó al monstruo y le dijo que no estaba solo, que él estaba allí con él. David quería ayudar a Zombi a salir del laberinto y regresar con su familia y amigos.
Zombi, sorprendido y un poco asustado, aceptó su ayuda. David tomó la mano del monstruo y le preguntó si sabía la salida. Zombi le dijo que no, que lo había buscado muchas veces pero que jamás la había encontrado.
David no se desalentó y le dijo que no desistirían. Juntos caminaron por el laberinto de la desesperación buscando salidas. A lo largo del laberinto encontraron muchos obstáculos, paredes imposibles y pasadizos sin salida. Pero en ningún momento se dieron por vencidos.
Noche tras noche, día tras día, David y Zombi caminaron por el laberinto buscando la salida. Y tras mucho esfuerzo, encontraron una pequeña luz que venía de una abertura en la pared. David y Zombi no podían creerlo, se habían perdido tantas veces, que pensaron que era otra ilusión.
David decidió no dejar la oportunidad pasar, tomó a Zombi de la mano y se dirigió hacia la luz. Y al fin, lograron salir del laberinto. David estaba emocionado y muy feliz, pero lo que más lo sorprendió fue ver a Zombi en lágrimas, diciéndole gracias.
“Gracias, David, gracias por no dejarme sólo, gracias por a ayudarme a salir del laberinto. Me has enseñado que no todas las personas son iguales. Has sido un gran amigo”.
David se sintió muy feliz esa noche sabiendo que le había dado a Zombi una segunda oportunidad. Y cuando lo recordaba, recordaba también que nunca es tarde para dar una nueva oportunidad a alguien, incluso a un monstruo.
Desde entonces, el Monstruo del Laberinto de la Desesperación fue visto por la gente del pueblo alejándose, extraoficialmente se decía que había encontrado su hogar y su lugar en el mundo gracias a la valentía y determinación de un niño llamado David.