El Monstruo del Castillo de la Muerte. Érase una vez un castillo en medio de la nada, rodeado por un bosque oscuro y frondoso. Este castillo no era un lugar común, pues se decía que habitaba en él un monstruo terrible y malvado que aterrorizaba a todos los que se acercaban.
Los aldeanos siempre hablaban del Monstruo del Castillo de la Muerte como una bestia despiadada capaz de acabar con la vida de cualquiera que osara acercarse a su morada. Sin embargo, los rumores y las leyendas sólo eran eso, historias sin confirmar.
Por eso, cuando los niños del pueblo se perdieron una tarde en el bosque y encontraron el camino hacia el castillo, no dudaron en aventurarse dentro de sus muros.
Al principio todo parecía un juego, un juego de exploración y búsqueda del tesoro, pero cuando llegaron a la puerta de entrada del castillo, les invadió una extraña sensación. Como si el aire que respiraban estuviera repleto de maldad.
Aun así, decididos a continuar, empujaron la puerta y entraron en el patio interior del castillo. En él, encontraron una pequeña habitación con una escalera que llevaba a lo alto de la fortaleza.
Mientras subían por las escaleras, escuchaban ruidos extraños, como susurros y crujidos, y se dieron cuenta de que algo no estaba bien. Pero la curiosidad y la emoción por lo que pudieran encontrar al final del camino, les empujó a seguir hacia adelante.
Cuando por fin llegaron al último piso, se encontraron ante la entrada de una sala oscura y tenebrosa. La puerta estaba entreabierta, y podían escuchar los gruñidos de una bestia dentro.
Uno de los niños, el más valiente del grupo, se decidió a empujar la puerta. Cuando lo hizo, los niños pudieron ver con horror al Monstruo del Castillo de la Muerte.
Era una criatura enorme, con ojos rojos, patas enormes y garras afiladas. De repente, el monstruo les miró directamente y les atacó con gran ferocidad.
Los niños huyeron despavoridos por las escaleras, tratando de dejar atrás al terrible Monstruo. Sin embargo, en su carrera, se dieron cuenta de que estaban perdidos en el laberinto de pasillos y habitaciones del castillo.
Cada rincón, cada pasillo era una trampa mortal, y el monstruo parecía estar en todos los lugares a la vez. Los niños corrían y corrían, agotándose en su intento de escapar.
De repente, uno de los niños recordó el juego que habían estado jugando al principio de su aventura. Recordó que habían estado tratando de encontrar un tesoro.
Corriendo hacia atrás, gritó a los demás:
– ¡El tesoro! Está aquí en alguna parte. ¡Buscad!
Los niños comenzaron a desesperarse, pues no sabían por dónde empezar a buscar. Pero el chico que había lanzado la idea, encontró una vieja caja de madera detrás de una puerta.
– ¡Aquí está! -Gritó el chico a sus amigos-. ¡Rápido, que viene el monstruo!
Con el cofre en sus manos, corrieron a la salida mientras el Monstruo les perseguía.
Cuando salieron del castillo, comprendieron que el tesoro no era material, sino el valor y la valentía que habían demostrado en su aventura. Todo se volvió claro para ellos.
Desde ese día, los niños del pueblo eran más valientes que nunca y ya no temían acercarse al castillo. Sabían que, con su valor, podían enfrentarse a cualquier monstruo que se cruzara en su camino.