El Monstruo de la Casa Embrujada. Érase una vez una casa embrujada en un vecindario que todos temían. La gente del lugar decía que estaba habitada por un monstruo tan aterrador que cualquier persona que se adentrara en ella nunca volvería a ser vista. Todos los niños evitaban pasar por la casa, pero había uno que siempre la miraba con curiosidad en su camino a la escuela.
Un día, después de recoger una pelota que se había escapado, el niño se encontró cerca de la casa embrujada. Miró hacia arriba y vio una ventana abierta. Sin pensarlo dos veces, subió las escaleras de la casa y entró en ella. Pero cuando estaba dentro, la puerta se cerró detrás de él.
La casa estaba oscura y fría. Pasillos y habitaciones parecían interminables, y extraños ruidos resonaban por todas partes. El niño no sabía cómo salir y se sentía cada vez más asustado.
De repente, escuchó un sonido aterrador detrás de él. Se volvió y vio a un monstruo enorme y peludo que le miraba fijamente. El monstruo se acercó a él y gruñó. El niño se encogió, pero entonces el monstruo habló:
-¿Qué haces aquí? -preguntó el monstruo con voz grave.
El niño, aunque temblaba de miedo, respondió:
-Me perdí al recoger mi pelota, yo no quería molestar.
El monstruo se quedó en silencio por un momento, pero entonces dijo:
-Te puedo ayudar a salir, pero tendrás que cumplir una tarea.
El niño, aunque estaba asustado, sabía que era su única oportunidad de salir de la casa. Entonces, preguntó al monstruo:
– ¿Qué debo hacer?
– Debes encontrar mi corazón, está escondido en algún lugar de esta casa, y solo necesitas encontrarlo y devolvérmelo, y yo te ayudaré a salir. -dijo el monstruo con una voz más suave.
El niño asintió, pidió un poco de coraje y comenzó a buscar el corazón. La casa estaba llena de trampas y monstruos verdaderos, pero el niño siguió buscando. Después de horas, llegó a la habitación final, y allí estaba el corazón del monstruo brillando en una mesa. El niño estaba contento de haberlo encontrado, pero también sintió tristeza, porque sabía que era la única manera de salir.
Con hondo pesar y cansancio, entregó el corazón al monstruo. El monstruo fue agradecido, guardó su corazón y lo llevó a la salida, que se abrió de forma mágica. Antes de salir de la casa, el monstruo volvió a hablar:
– Gracias por ayudarme, nunca nadie había sido lo suficientemente amable como para ayudarme a encontrar mi corazón, pero te liberaré de mi casa embrujada. Una lección importante hiciste en este día, la belleza está en el interior, no lo olvides.
Y así, el niño escapó de la casa y regresó a casa sano y salvo. Sin embargo, nunca olvidaría lo que había aprendido: que las cosas que nos asustan a menudo no son lo que parecen, y que la valentía y la bondad siempre nos llevarán a lugares seguros.