La bruja del bosque encantado

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La bruja del bosque encantado
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La bruja del bosque encantado. Érase una vez, en un bosque encantado, una bruja misteriosa y solitaria. Nadie sabía su nombre, ni de dónde había llegado. La gente la miraba con desconfianza y miedo, y se alejaba de ella, evitando pasar cerca de su cabaña. Pero la bruja era más sabia de lo que aparentaba, y mucho más poderosa.

Una tarde, mientras recolectaba hierbas en el bosque, la bruja escuchó un ruido extraño. Era un llanto que venía del camino que llevaba al pueblo. Curiosa, se acercó para ver de qué se trataba. Allí encontró a una joven, llorando desconsolada.

«¿Qué te pasa, joven? ¿Por qué lloras?» preguntó la bruja en tono amable.

«Mi madre está muy enferma y no tengo con qué pagar al médico. No sé qué hacer.» respondió la joven entre sollozos.

La bruja se ofreció a ayudarla. Le dio una poción que curaría a su madre y le dijo que no se preocupara por el dinero. Le pidió a cambio que recolectara algunas hierbas para ella.

La joven, agradecida, se fue corriendo a buscar las hierbas y preparar la poción. Cuando regresó, la bruja le advirtió:

«Pero ten cuidado, joven. No hables con nadie sobre lo que ha sucedido aquí. No porque yo lo exija, sino porque la gente no entendería nuestra ayuda y sólo pensarían que hay algo malo detrás de todo esto.»

La joven se asustó y, sin decir palabra, se fue corriendo a su casa. Pero el rumor ya había comenzado a extenderse por el pueblo: la bruja del bosque encantado ayudaba a las personas.

Con el tiempo, cada vez más gente acudía a su cabaña, en busca de remedios para sus males. La bruja no les preguntaba nada, sólo les daba lo que necesitaban y les pedía que no hablaran de ello con nadie. Pero aún así, el rumor creció a medida que más personas se curaban gracias a sus pócimas milagrosas.

Los habitantes del pueblo comenzaron a reunirse y pensar en una solución para acabar con la bruja. ¡No podían aceptar que alguien con tanto poder estuviera viviendo tan cerca de ellos, y sin siquiera dar su verdadero nombre! Así que, armados con palos y piedras, se acercaron a la cabaña en busca de venganza.

La bruja, que siempre había sospechado que algo así ocurriría tarde o temprano, se preparó para la llegada de los aldeanos. Levantó un hechizo de protección alrededor de su cabaña y, con unas palabras mágicas, logró hacer aparecer un campo de fuerza invisible que los detendría.

Los aldeanos, al llegar a la cabaña, intentaron cruzar el campo de fuerza, pero no pudieron. La bruja les gritó:

«¡Dejadme vivir en paz! No he hecho nada malo. Sólo he ayudado a aquellos que me lo han pedido, sin pedir nada a cambio. Si me atacáis, sólo conseguiréis atraer la ira de los dioses sobre vosotros».

Pero los aldeanos no querían escuchar. Insistieron en que la bruja era peligrosa y debía ser eliminada. Finalmente, la bruja decidió actuar.

Con una voz calmada, les dijo:

«Está bien. Si eso es lo que queréis… Pero antes, dejadme preguntarles algo. ¿Vosotros, que habéis venido aquí a matarme, habéis sido buenos toda vuestra vida? ¿No habéis mentido a nadie, ni robado, ni traicionado a una persona querida? Pensad bien vuestra respuesta.»

Al principio, los aldeanos se sintieron ofendidos y se negaron a escucharla. Pero poco a poco, empezaron a reflexionar sobre sus actos y a recordar momentos de su vida en los que habían hecho mal. Mientras tanto, la bruja seguía hablando.

«Creer que alguien que utiliza la magia es peligroso es una tontería. No es la magia lo que daña a las personas, sino la intención detrás de ella. Yo elegí usar mi poder para ayudar a la gente, pero vosotros elegís usar vuestra fuerza para hacer daño. Así que, decidlo: ¿quién es más peligroso aquí?»

Los aldeanos comenzaron a sentirse avergonzados y, poco a poco, fueron dejando sus armas y retirándose. Al final, sólo quedó uno de ellos, el más valiente, que se acercó a la bruja y le pidió perdón por haber sido parte de aquellos que querían hacerle daño.

La bruja lo miró con su mirada profunda y le dijo:

«No necesito ningún perdón, joven. Pero te agradezco tu coraje y tu humildad. Has demostrado que aún hay esperanza para aquellos que cometen errores».

Dicho esto, la bruja se despidió del joven y desapareció en el bosque, dejando tras de sí una sensación de paz y respeto que nunca más se perdió. A partir de entonces, las personas del pueblo comenzaron a verla con otros ojos, valorando su inteligencia y sabiduría, y reconociendo que su magia era algo que merecía respeto. Esa, sin duda, era la verdadera magia de la bruja del bosque encantado.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La bruja del bosque encantado
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